Los expertos militares coinciden: Si un posible ataque militar del eje EEUU-Israel no consigue neutralizar y/o debilitar en pocos minutos el sistema de defensa iraní (principalmente su capacidad de respuesta aérea) en un “golpe sorpresa”, se expone a un contraataque iraní a ciudades e instalaciones militares claves en Israel, y a una reacción islámica generalizada de difícil pronóstico en Medio Oriente. Este es el punto donde Moscú se convierte en un actor clave del conflicto.
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Por Manuel Freytas
Según analistas de Washington y Tel Aviv, los temores de Washington y del estado mayor militar judío no se centran tanto en el contraataque sino en la capacidad defensiva de Irán.
Si en el primer escenario, con un ataque demoledor sobre las instalaciones militares y nucleares iraníes, no se consiguen los objetivos de paralizar la defensa iraní y destruir los blancos nucleares buscados, se activaría un segundo escenario con una reacción islámica generalizada (guerra irregular o asimétrica) contra diferentes blancos de Israel y EEUU en la región.
Expertos israelíes y norteamericanos coinciden en que si bien un ataque Israel (o combinado con EEUU) es capaz de producir un “severo daño” a las usinas iraníes no garantiza en ningún caso acabar completamente con el programa nuclear o con el sistema defensivo de Irán.
Un “éxito” de la defensa iraní en los primeros momentos del ataque (además de posibilitar un demoledor contraataque iraní) generaría un teatro de operaciones para el cual Washington y Tel Aviv no están preparados, dado que (y al margen de la supremacía abrumante de su poder aéreo y naval) carecen de capacidad para una guerra terrestre generalizada en Irán y el Medio Oriente, donde (además de una guerra asimétrica contra las organizaciones islámicas) deberían enfrentarse al aparato militar iraní (convencional e irregular) compuesto por dos millones de efectivos movilizados y en capacidad de combate.
Ante un posible fracaso del golpe USA-israelí inicial, el régimen iraní podría iniciar una contraofensiva hacia tres blancos estratégicos:
1) Cierre del Estrecho de Ormuz, a través del cual pasa más del cuarenta por ciento de las exportaciones del petróleo mundial. En este escenario, los precios del petróleo podrían escalar hasta hacer estallar los mercados mundiales potenciando la crisis económica mundial a niveles inimaginables.
2) Contraataque iraní con cohetes de medio alcance contra ciudades, instalaciones militares, infraestructura y sistema de comunicación de Israel, que podría incluir un ataque al Comando Central de Washington (Centcom) en Qatar; instalaciones y bases militares militares en Irak e infraestructura energética de Arabia Saudita y de los Estados del Golfo.
3) Lanzamiento por parte de la Guardia Revolucionaria iraní y de los grupos islámicos de una guerra asimétrica regional contra Israel y EEUU en Líbano, Siria, Arabia Saudí, Irak y Palestina, generando un teatro bélico generalizado contra instalaciones y oficinas de petroleras y transnacionales del “mundo occidental”, incluidas la europeas.
Este es el punto donde Rusia, según los expertos, se convierte en una actor clave del conflicto y de la guerra latente en Medio Oriente.
Moscú, además de ser un socio estratégico (militar y comercial) de Irán, tiene la llave que abre o cierra el “éxito” o el “fracaso” de un ataque militar militar sionista contra blancos nucleares y militares iraníes.
Esa llave (que desvela a los estrategas y planificadores de Washington y Tel Aviv) es el sistema de misiles antiaéreos S-300 que Moscú vendió a Teherán , y cuya entrega continúa en un misterio, ya que Rusia niega su concreción y el régimen de Irán afirma que ya están en su poder.
En diciembre de 2005, Rusia vendió a Irán 29 misiles Tor-M1, por valor de US$ 700 millones de dólares, y posteriormente concretó otro contrato lde US$ US$800 millones, que prevé el suministro de cinco sistemas S-300, cuya ejecución se aplaza por motivos políticos, según Moscú.
Diversos funcionarios iraníes y medios de comunicación internacionales anunciaron en más de una oportunidad que Moscú procedió finalmente al envío de cinco sistemas de misiles S-300 a Irán, pero la parte rusa siempre lo desmintió.
El carácter estratégico (en un escenario de ataque sionista a Irán) que revestiría dicho sistema de defensa en manos iraníes, genera presiones constantes a Moscú por parte de EEUU, Israel y la Unión Europea para evitar que los misiles S-300 neutralicen el accionar de los cazas y bombarderos sionistas en un hipotético raid contra las usinas nucleares y las instalaciones militares de Irán.
La presión diplomática de la administración de Obama o la reciente reunión secreta de Netanyahu con el presidente Medvédev forman parte de ese objetivo, que -según coinciden especialistas en Washington y Tel Aviv- no han conseguido ningún resultado positivo para el eje sionista.
Según su descripción técnica proporcionada por la Defensa rusa, el S-300 (SA-10 Grumble, según la OTAN) es un sistema antiaéreo diseñado para proteger instalaciones militares y centros industriales y de mando de los ataques masivos desde el aire y el espacio.
Es capaz de destruir todo tipo de aviones, misiles balísticos y de crucero y teóricamente, puede atacar objetivos terrestres.
La versión básica de S-300 incluye un radar multifuncional, rampa de lanzamiento móvil y medios de localización de objetivos y guiado. Está provisto de misiles de combustible sólido de una etapa que alcanzan la velocidad máxima superior a 2.000 metros por segundo. Alcance: de 3 a 150 kilómetros, altitud de destrucción de blancos: de 20 metros a 30 kilómetros.
El sistema S-300 es capaz de efectuar el seguimiento simultáneo de 6 blancos y disparar contra ellos hasta 12 cohetes a la vez.
Las diferentes versiones de este complejo cuentan con una mayor velocidad de ataque, rango, guía por sistema de televisión y capacidad ABM.
A diferencia del Patriot estadounidense, que no puede derribar objetivos a una altura inferior a 60 metros, el S-300 es capaz de abatir aviones y misiles de crucero a cualquier altitud, a partir de 10 metros. Otra ventaja del S-300 sobre el Patriot consiste en el despegue vertical, factor que permite contraatacar un objetivo procedente desde cualquier dirección sin necesidad de girar la plataforma de lanzamiento.
El modelo Patriot tarda media hora en ponerse en posición de ataque, mientras que el ruso S-300 lo hace en menos de 5 minutos.
¿Y qué puede pasar si los sistemas S-300 rusos son instalados en Irán?
En primer lugar se reduciría en grados notables la capacidad de destrucción de las usinas nucleares y de las instalaciones militares de Irán por un ataque aéreo judeo-estadounidense, y se crearían las condiciones para una respuesta iraní “fulminante” que pondría a Medio Oriente en el tablero de una “guerra generalizada”.
En segundo lugar, se potenciarían las bajas de aparatos y aviadores israelíes (o norteamericanos) precipitando una crisis en Washington y Tel Aviv, y se desdibujaría la posibilidad de una reacción interna contra el régimen de los ayatolas, uno de los objetivos centrales que guiaría una operación militar sionista contra Irán.
Esa la explicación más coherente de porqué el sistema S-300 ruso se ha convertido en la pesadilla de Washington y de Tel Aviv.
Varios medios rusos informaron que el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu estuvo de visita secreta en Moscú este mes para solicitar a Rusia que no entregase a Irán sus misiles antiaéreos S-300.
“El primer ministro Netanyahu viajó a Moscú. Lo hizo a puerta cerrada. Fue su decisión”, reconoció Medvedev en una entrevista con la cadena de televisión estadounidense CNN en su residencia de Barvikha, cerca de Moscú, cuya reproducción escrita fue publicada en el sitio de internet del Kremlin.
Si bien Tel Aviv confirmó la visita, se guardó entre siete llaves los temas tratados.
Ni la CIA ni el Mossad israelí tienen la certeza total: ¿Y si los cinco sistemas S-300 ya se encuentran en Irán?
Ese el dilema que deben resolver los halcones sionistas de Washington y Tel Aviv antes de apretar el disparador.
[goodbye]apocalipsis[/goodbye]