El mito del colapso americano

Colapso financiero o mito

A pesar de la violencia de esta crisis financiera, no deberá haber un vacío ni una “sucesión” en la dirección política y militar del sistema mundial.

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Por José Luís Fiori – Agencia Carta Maior

“Siendo mi intención escribir cosas útiles para quien las comprenda, me ha parecido más conveniente ir directamente a la verdad efectiva de las cosas que a la imaginación de las mismas.” N.Maquiavelo, El Príncipe, 1513

El lunes, 6 de octubre de 2008, la crisis financiera americana desembarcó en Europa, y repercutió en todo el mundo de forma violenta. Las principales Bolsas de Valores del mundo tuvieron caídas expresivas y los gobiernos y bancos centrales tuvieron que intervenir para mantener la liquidez y el crédito de sus sistemas bancarios.

En este momento, no cabe duda: la crisis financiera que comenzó por el mercado inmobiliario de alto riesgo de los Estados Unidos, ya se transformó en una crisis profunda y global, destruyó una cantidad fabulosa de riqueza y deberá alcanzar en forma más o menos extensa, desigual y prolongada la economía real de los estados Unidos y de todos los países del mundo.

Muchos bancos y empresas seguirán quebrando, nacerán rápidamente nuevas reglas e instituciones, y habrá en los próximos meses, una gigantesca centralización del capital financiero, sobre todo en los Estados Unidos y en Europa. Los bancos y organismos multinacionales siguen paralizados e impotentes y se profundiza, por todos lados, la tendencia a la estatización de empresas, la regulación de los mercados, y el aumento del proteccionismo y del nacionalismo económico.

Desde todo punto de vista, se acabó la “era Tatcher/Reagan” y se fue para el canasto de la historia el “modelo neoliberal” angloamericano, junto con las ideas económicas hegemónicas de los últimos 30 años. Como contrapartida, aunque sin hacer proselitismo explícito, deberá ganar puntos, en los próximos meses y años, en todas las latitudes, el “modelo chino” nacional-estatista, centralizador e planificado.

En el medio del tiroteo, es difícil pensar. Tal vez por eso, se multiplican, en la prensa y en la academia, los adjetivos, las exclamaciones y las profecías apocalípticas, anunciando el fin de la supremacía mundial del dólar y del poder global de los Estados Unidos, o, del propio capitalismo americano.

En el mismo momento en que los gobiernos e inversores de todo el mundo se están refugiando en el propio dólar, y en los títulos del Tesoro norteamericano, a pesar de su bajísima rentabilidad, y a pesar de que el epicentro de la crisis esté en los Estados Unidos. Y lo que es más interesante, es que son los gobiernos de los estados que estarían amenazando la supremacía norteamericana, los primeros a refugiarse en la moneda y en los títulos norteamericanos.

Para explicar este comportamiento aparentemente paradojal, es preciso dejar de lado las teorías económicas convencionales sobre el “patrón oro” y el “patrón-dólar”, y también, las teorías políticas convencionales sobre las crisis y “sucesiones hegemónicas”, dentro del sistema mundial.

Comencemos por la paradoja de la “fuga hacia el dólar”, en respuesta a la crisis del propio dólar. Aquí es preciso entender algunas características específicas y fundamentales del sistema “dólar-flexible”. Desde la década de 1970, los Estados Unidos se transformaron en el “mercado financiero del mundo”, y su Banco Central (FED), pasó a emitir una moneda nacional de circulación internacional, sin base metálica, administrada a través de las tasas de interés del propio FED, y de los títulos emitidos por el Tesoro norteamericano, que actúan en todo mundo, como base del sistema “dólar-flexible”.

Por eso “la casi totalidad de los pasivos externos norteamericanos se denominan en dólares y prácticamente todas las importaciones de bienes y servicios de los Estados Unidos son pagadas exclusivamente en dólares. Una situación única que genera enorme asimetría entre el ajuste externo de los Estados Unidos y de los demás países […].

Por eso, también, la remuneración en dólares de los pasivos externos financieros norteamericanos que son todos denominados en dólar, sigue de cerca la trayectoria de las tasas de intereses determinadas por la propia política monetaria norteamericana, configurando un caso único en que un país deudor determina la tasa de interés de su propia “deuda externa”. Una magia poderosa y una retroalimentación imbatible, porque se sustenta de forma exclusiva, en el poder político y económico norteamericano.

Ahora mismo, por ejemplo, para enfrentar la crisis, el Tesoro norteamericano emitirá nuevos títulos que serán comprados, por los gobiernos e inversores de todo el mundo, como justifica el influyente economista chino, Yuan Gangming, al garantizar que “es bueno para China invertir mucho en los Estados Unidos; porque no hay muchas otras opciones para sus reservas internacionales de casi 2 trillones de dólares, y las economías de China y de los Estados Unidos son interdependientes”. (FSP, 24/11).

Pero además de esto, del punto de vista de la jerarquía mundial, si esta crisis fuera administrada en forma estratégica, por el gobierno norteamericano, esta podrá reforzar en vez de debilitar la posición a futuro de los Estados Unidos, dentro del sistema mundial. Para entender esta segunda paradoja, mientras tanto, es necesario ir un poco más allá de la economía y de las finanzas, y analizar con cuidado el origen y las evoluciones de las crisis y de la competencia entre los estados nacionales.

En primer lugar, casi todas las grandes crisis del sistema mundial fueron provocadas hasta hoy, por la propia potencia hegemónica. En segundo lugar, estas crisis son provocadas casi siempre por la expansión victoriosa (y no por el declive) de las potencias capaces de atropellar las reglas e instituciones que ellos mismos crearon, previamente, y que después se transforman en un obstáculo en el camino de su propia expansión.

En tercer lugar, el éxito económico y la expansión del poder de la potencia líder es un elemento fundamental para el fortalecimiento de todos los demás estados y economías que se propongan competir o “sustituir” a la potencia hegemónica. Por eso, finalmente, las crisis provocadas por la “exuberancia expansiva” de la potencia líder, afectan, en general, de forma mas perversa y destructiva a los “competidores” que al propio hegemon, que acostumbra recuperarse de forma mas rápida y poderosa que los demás.

Resumiendo: ”A pesar de la violencia de esta crisis financiera, no deberá haber un vacío ni una “sucesión” en la dirección política y militar del sistema mundial. Y desde el punto de vista económico, lo más probable es que se dé una fusión financiera cada vez mayor entre China y los Estados Unidos”.

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