El Orden Económico Natural: Dependencia de los salarios y de la renta territorial de los fletes

El monto de los salarios que el propietario de un campo debe pagar, -o el arrendamiento que puede exigir-, depende del rendimiento del trabajo en tierras libres, yermas, pantanosas o arenosas. Es natural que, según sea el rendimiento del trabajo en la libre tierra, será la exigencia del obrero por salario, ya que tiene plena libertad de tomar posesión de libre tierra (concepto éste que definiremos aún más precisamente) y cultivarla. No es en este caso absolutamente necesario que en las discusiones por los salarios todo obrero deba esgrimir la amenaza de la emigración. A los padres de familia de numerosa prole, por ejemplo, una tal amenaza no les reportaría mayores ventajas, ya que el terrateniente sabe que no podrían llevarla a los hechos. Para el efecto enunciado es completamente suficiente que, por una emigración de la juventud, se produzca una escasez general de trabajadores.

Esta escasez de obreros, producida por la emigración, fortifica la posición de los que han sido retenidos por razones familiares u otras causas, en la misma medida como podría hacerlo un pasaje ya adquirido (1).

Pero el rendimiento que obtiene el arrendatario de su trabajo, después de descontado el arriendo y el interés del capital por él invertido, debe ser igual al rendimiento que obtienen el ocupante de las libres tierras y los obreros asalariados. De modo que también el arriendo es fijado por el rendimiento del trabajo en la libre tierra. El terrateniente no necesita hacer concesión mayor al fijar el monto del arriendo, ni el arrendatario necesita conformarse con menos.

Si se producen fluctuaciones en el rendimiento del trabajo en la libre tierra, éstas se transmitirán también a los salarios y arriendos.

Entre los factores que influyen sobre el rendimiento del trabajo en la libre tierra, debemos considerar en primer término la distancia existente entre el campo sin dueño y el lugar donde se consumirán los productos, donde se elaboran los útiles con los que han de intercambiarse o donde se los deberá reunir de todas partes del mundo. Cuán grande es la importancia de esa distancia, puede establecerse claramente por la diferencia de precio existente entre un campo de cultivo cercano a la ciudad y otro, igualmente bueno, pero distante del mercado. ¿Con qué se justifica la diferencia de precios? Con la distancia.

Si se trata por ejemplo de la zona triguera canadiense, donde aun hoy se encuentran a libre disposición excelentes tierras en los que un colono podría establecerse, el cereal debe ser llevado por carro, a través de caminos intransitables, hasta la vía férrea más o menos alejada. De allí enviaría a Duluth, donde se lo embarca en vapores fluviales. Éstos conducen el cereal a Montreal, donde se realiza un nuevo trasbordo a un barco de ultramar. De ahí se inicia el viaje a Europa, digamos hasta Rotterdam, allí se lo trasborda a vapores del Rhin hasta Mannheim, donde se hacen necesarios vagones para alcanzar el mercado (Stuttgart, Munich, Zürich, etc.) y previo pago de derechos de aduana, debe ser vendido al mismo precio que el fruto nacido en el mismo lugar. Es un viaje muy largo y sumamente costoso, y además, lo que ahora resta del precio obtenido en plaza, después del descuento de los derechos de aduana, fletes, seguros, comisión del consignatario, sellados, intereses de los anticipos, bolsas, etc., etc., recién es el resultado monetario del trabajo, que no sería de utilidad al colono de las soledades de Sascachevan. Este resultado monetario debe ahora ser convertido por objetos necesarios y útiles -sal, azúcar, paño, armas, implementos agrícolas, libros, café, muebles, etc., etc. y recién cuando todos estos enseres hayan llegado felizmente a poder del colono y hayan sido pagados todos los fletes, el trabajador podrá decir: He aquí el rendimiento de mi trabajo conjuntamente con el interés de mi capital. (Si el trabajador ha obtenido en préstamo el dinero necesario para la emigración, debe descontarse además del producto del trabajo, el interés de ese dinero. Asimismo debe efectuar ese descuento, si trabaja con capital propio.) 18 De lo anteriormente expuesto se infiere claramente cuán fuerte es la dependencia de ese rendimiento de la tarifa de fletes.

Estos fletes han disminuído continuamente, como lo prueban los siguientes datos: Gastos por flete desde Chicago a Liverpool: Año 1873 = M. 67,– por tonelada de cereal Año 1880 = M. 41,– por tonelada de cereal Año 1884 = M. 24,– por tonelada de cereal.(2) De modo que resulta una economía de 43 M. en el flete por tonelada de trigo de Chicago a Liverpool, 1/6 del importe primitivo, 1/4 del actual. Pero el trecho Chicago-Liverpool es sólo una etapa del viaje Sascachevan-Mannheim, de tal suerte que los 43 M. son también únicamente una fracción de la economía real en el flete.

Esta economía también favorece al flete de retorno. El cereal era el producto del trabajo, los 240 M.

por tonelada de trigo, el resultado monetario del trabajo, y la carga de retorno comprende los utensilios del rendimiento del trabajo, que es el que propiamente interesa al colono cuando siembra su trigo. Pues debemos tener claramente presente, que los trabajadores que en Alemania consumen trigo canadiense están obligados a pagarlo con sus productos, que han de enviarse directa o indirectamente al Canadá, y por los cuales igualmente se abonarán fletes. Es evidente pues que la economía se duplica por la rebaja en el transporte y que aumenta el rendimiento del trabajo en la libre tierra, que determina directamente el salario general en Alemania.

Sería sin embargo errado suponer que una economía de fletes equivalente a unos 200.- M. deba traducirse necesariamente en un aumento igual a esta suma del rendimiento del trabajo para el colono. En realidad el rendimiento sólo aumentará aproximadamente la mitad de la economía del flete y la razón es la siguiente: el rendimiento creciente del colono en la libre tierra eleva los salarios de los trabajadores agrarios de Alemania. Ya se ha dicho por qué. Los salarios crecientes del campesino en Alemania y del colono de la libre tierra atraen hacia esta rama de la producción a los obreros industriales. Se perturba entonces el equilibrio existente entre la producción de mercancías agrícolas e industriales y por consiguiente las relaciones del intercambio. El colono debe pagar pues por los objetos de su rendimiento de trabajo (productos industriales) precios mayores. Vale decir, que el volumen de estos productos industriales (rendimiento del trabajo) no crece proporcionalmente al mayor resultado monetario del trabajo por la rebaja de fletes. Esta diferencia, la aprovechan de antemano para sí los trabajadores industriales, de acuerdo con las leyes de la libre competencia.

Sucede pues aquí el mismo fenómeno que se produce cuando una nueva técnica reduce los gastos de producción de las mercancías (máquina a vapor, p. ej.), el productor y el consumidor se reparten la ganancia.

También en este caso ha de resultar conveniente, fijar numéricamente la influencia que las variaciones en el flete ejercen sobre el rendimiento del trabajo de un colono de libre tierra, sobre la renta territorial y sobre los salarios en general: I. El rendimiento del trabajo de un labrador de libre tierra en Canadá, sobre la base de un flete de M. 67.– (año 1873) Producto del trabajo: 10 tons. de trigo, embarcado hacia Mannheim y vendidas allí a razón de 250.– M. 2.500.– M.

19 Menos 10 x 67.– M. de flete 670.– M.

Resultado monetario del trabajo 1.830.– M.

Esta suma es empleada en Alemania para la adquisición de implementos y útiles, que embarcados para Canadá producirán los mismos gastos en concepto de embalaje, flete, derechos de aduana, rotura, etc., que el trigo en su viaje a destino 670.– M.

Rendimiento del trabajo en casa del colono 1.160.– M.

II. El mismo, en el año 1884, con un flete de 24.– M.

Producto del trabajo: 10 tons. de trigo 2.500.– M.

Menos por flete 10 x 24.– M. 240.– M.

Resultado monetario del trabajo 2.260.– M.

Esto resultado, que es en 430.– M. superior al del caso I.

debe ahora convertirse en rendimiento, es decir en productos industriales, cuya relación de cambio con respecto a los productos agrícolas (por las razones ya establecidas) ha aumentado, (siempre esquemáticamente) en la mitad del aumento del producido de 430.– M., es decir en 215.– M.

De modo que el rendimiento del trabajo, medido conforme a los precios del caso I., sufre una merma de 215.– M. con respecto al producido 215.– M.

2.045.– M.

De este importe debe descontarse todavía el flete de retorno, que debemos considerar más elevado, pues la carga ha aumentado proporcionalmente a la economía en el flete; digamos en lugar de 240.– M. 245.– M.

Rendimiento del trabajo 1.800.– M.

Si a consecuencia de la rebaja en los gastos de flete, el rendimiento del trabajo de un agricultor de libre tierra ha aumentado de 1.160.– M. a 1.800.– M., automáticamente se elevan con ello también las exigencias de salarios de los campesinos alemanes y del mismo modo los arrendatarios exigen también para sí una participación mayor del producto de su trabajo. En proporción igual bajarán asimismo las rentas territoriales.

Si en Alemania el precio de 10 ton. de trigo era de 2.500.– M.

y los gastos por salarios ascendían a 1.160.– M.

luego, un campo de 10 tons. trigo (3) rendía en concepto de arriendo o renta territorial 1.340.– M.

Si la demanda de los salarios aumenta a 1.800 M.–, la renta territorial bajará a 700.– M., es decir 1.340.– menos 640.– M. por el aumento de salarios.

Luego, resumiendo lo que el labrador de la libre tierra debe pagar por flete, se le quita del rendimiento de su trabajo y es el importe que en Alemania el terrateniente puede exigir como 20 arriendo, descontándolo a los trabajadores del producto de su trabajo en concepto de renta territorial. Los gastos por flete del colono de la libre tierra son pues las ganancias del terrateniente.

(1) Hasta qué punto los salarios se ven influenciados por los emigrantes y por los trabajadores migratorios, puede observarse de la lectura de las siguientes líneas, extraídas de un discurso del Presidente Wilson el 20 de mayo de 1918 “Durante su permanencia en Italia fueron expuestas al Ministro de Guerra, por un miembro del Gobierno italiano, las múltiples razones por las cuales Italia se sentía íntimamente ligada a los Estados Unidos. El Ministro italiano observó luego: “Si desea Vd. hacer una experiencia interesante, acérquese a alguno de los trenes con tropas y pregúnteles a los soldados, en inglés, cuantos de ellos han estado en América. Lo demás ya lo verá usted.” Efectivamente nuestro Ministro subió a un vagón y preguntó a la tropa, cuántos de ellos ya habían estado en América. Más de la mitad se puso de pie.” Quiere decir que los terratenientes italianos habían impulsado a esta gente a emigrar a América y los terratenientes americanos los obligaron a volver a su patria. Como en América les iba tan mal como en su patria, estos pobres diablos iban, sin descanso de un lado a otro. Wilson agregó todavía: “Una parte de corazones americanos latía en aquel ejército italiano.” Nosotros lo sabemos mejor: Maldiciendo, estos trabajadores golondrinas abandonaron su patria, y maldiciendo abandonan a su vez a América.

(2) MULHALL, Dictionary of Statistics.

(3) Medida agraria danesa. Representa la porción de tierra necesaria para cosechar una tonelada de cereal. Según la calidad del suelo una tonelada de tierra será una superficie mayor o menor.

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