El Orden Económico Natural: El punto de partida para toda la escala de salarios

El punto de partida para toda la escala de salarios, hasta los sueldos más elevados, es el rendimiento de trabajo de los labradores de libre tierra Si un propietario puede obtener por el arriendo de su campo el importe de 1.000 Marcos, difícilmente querrá conformarse con menos si en lugar de arrendarlo quiere labrar su propiedad por cuenta propia con la ayuda de trabajadores asalariados. Si ese trabajo por propia cuenta, después de haber deducido todos los gastos por salarios, no le reportase por lo menos 1.000 Marcos, el propietario despediría a sus obreros para entonces arrendar su terreno por aquellos 1.000 Marcos.

De ningún modo pues, el obrero asalariado obtendrá de su trabajo un rendimiento mayor que el arrendador o el colono en campos sin dueño, por la sencilla razón de que si así no fuese, el arrendador (o el colono) preferiría trabajar como jornalero.

Por otra parte, sin embargo, el obrero asalariado no trabajará por un sueldo o rendimiento menor que el que podría obtener como arrendador o colono, pues en tal caso preferirá arrendar un campo o emigrar. Bien es cierto que con frecuencia carecerá de dinero propio para iniciar un cultivo o para la emigración, pero ese dinero, sea propio o prestado, deberá considerarlo invertido al 4 o al 5 % y descontar cuidadosamente el interés devengado del producto de su trabajo. Pues, únicamente lo que al colono le resta, después de descontados los intereses del capital, solamente eso, le pertenece como trabajador.

Si el rendimiento bruto del trabajo del colono en libre tierra 1, 2 ó 3 es de 1.000 Marcos, y el interés del capital de explotación 200 Marcos, entonces el rendimiento neto sería de 800 Marcos, y en consecuencia alrededor de esta suma girará el monto de los salarios en general. La paga de un jornalero no puede elevarse más pues en tal caso los colonos se transforman en jornaleros, ni podrá bajar tampoco de esa suma, pues entonces se produciría el movimiento inverso.

Y resulta evidente que el salario de los trabajadores industriales es regido por este arancel general de los salarios. Pues si el rendimiento del trabajo en la industria fuese superior al rendimiento del trabajo en los campos sin dueño, todos los trabajadores rurales afluirían a la industria, escasearían los productos agrarios y aumentarían de precio, mientras que los productos industriales, ofrecidos en exceso, bajarían de precio. El aumento de precios allá y la disminución aquí, produciría una variación en los salarios hasta llegar a restablecer el equilibrio. Y ese equilibrio deberá producirse bien pronto teniendo en cuenta la gran cantidad de obreros migratorios, a los que les resulta absolutamente indiferente plantar remolacha azucarera o palear carbón.

Es pues indiscutible que si el rendimiento del trabajo del obrero en libre tierra determina el rendimiento del trabajo del obrero rural, a su vez el salario en general es determinado también por el rendimiento del trabajo en libre tierra.

Por eso, el salario no puede superarlo, pues la libre tierra es el único punto de apoyo que el trabajador rural o el arrendatario tienen en sus negociaciones por salarios o arrendamientos con el terrateniente. Si se le quita ese apoyo (por ejemplo suspendiendo el derecho de emigración) debe rendirse incondicionalmente. Pero como la libre tierra es su único apoyo, tampoco es posible que otras circunstancias influyan sobre este salario y lo fijen por debajo de ese rendimiento.

Resulta entonces que el rendimiento del trabajo en libre tierra es por ello simultáneamente el límite superior e inferior del salario general del trabajo.

44 Las notables diferencias existentes entre los rendimientos de trabajo no contradicen en absoluto a esta regla general. Una vez realizada la repartición del producto del trabajo entre rentistas territoriales y trabajadores, lo que le resta al trabajador está colocado sobre bases sólidas, completamente naturales. En consecuencia la remuneración diferencial está fuera del alcance de toda arbitrariedad, y se determina íntegramente de acuerdo con las leyes de la competencia, de la oferta y la demanda. Cuanto más difícil y desagradable es un trabajo, tanto mayor es el sueldo. Pues ¿cómo podría inducirse a una persona a elegir el más difícil, el más duro o desagradable de dos trabajos? Únicamente con la perspectiva de un mayor rendimiento del trabajo, (que no siempre necesita consistir en moneda contante, sino también en ventajas o privilegios). Luego, si los trabajadores necesitan un maestro, un médico, un guarda-bosques, y no lo encuentran, no les queda otro recurso que echar manos a su bolsillo y fijar un sueldo para esos cargos, que suele sobrepasar en mucho el propio rendimiento de su trabajo. Únicamente así podrán inducir a uno u otro padre a preparar a sus hijos para esa profesión, costeándole los gastos del estudio. Si aun no es suficiente la oferta de maestros, etc., volverán a aumentar el sueldo. Si han sobrepasado la medida, si la oferta de docentes excede a la demanda, volverán a rebajar el sueldo. Y así sucede en general con todas las profesiones que requieren una preparación especial. La situación inversa se presenta si los trabajadores necesitan un ovejero, una zagala para los gansos, un cuidador para los campos. Si para estas tareas descansadas ofreciesen un rendimiento igual al de su propio trabajo tan rudo, todos los habitantes, maestros, clérigos, labradores se ofrecerían para el cargo. Para ese trabajo de cuidar gansos establecen en consecuencia un salario mínimo, y éste es aumentado paulatinamente hasta que alguien se presente para esta tarea. Los trabajadores necesitan también a un comerciante que les compre sus productos y les venda los que ellos mismos necesitan. También a este trabajador (comerciante) deben fijarle un sueldo en forma de beneficio comercial, que decida a alguna persona capacitada a dedicarse a esta profesión tan llena de preocupaciones.

El punto de partida para la conformación diferente de todos los salarios es por lo tanto siempre el rendimiento del trabajo en libre tierra. Es el fundamento sobre el cual se construye todo el edificio de sutilísimas diferencias en la configuración de los rendimientos del trabajo, hasta en sus cúspides más elevadas. Todas las oscilaciones que sufre la base se transmiten a todas las ramificaciones, exactamente igual como un terremoto es perceptible hasta en el gallo que hace de veleta sobre la alta torre de una iglesia.

Cierto es que aun no es completa la explicación de por qué la teoría de la “ley de bronce de los salarios” no puede ser exacta, pues todavía no se ha demostrado que el papel, que la propiedad territorial no pudo finalizar para imponer esta ley, no podría ser llevado a término quizás por el capital. Pero que este capital tampoco posee ese poder, lo demuestran las frecuentes oscilaciones de los salarios (1), y más adelante probaremos la causa de esta carencia de poder (v. Teoría del interés).

Si el capital tuviese el poder de reducir el rendimiento del trabajo del labrador en libre tierra hasta el importe mínimo equivalente a la “ley de bronce del salario”, el rendimiento del capital, expresado por la tasa de intereses, debería acompañar esas fluctuaciones que experimenta el producto del trabajo en libre tierra. Pero esto no sucede, pues, como lo demostraremos más adelante, (v. Teoría del interés), el interés puro, (v. el mismo capítulo) que en este caso entra en cuestión, es de una magnitud extraordinariamente inmóvil, y hasta tan llamativamente inmóvil, que es perfectamente posible hablar de un rendimiento estable de “bronce” del capital. Luego, si además de la magnitud “de bronce” del interés capitalista existiese también la magnitud “de bronce” del salario, ¿dónde estaría entonces, si la renta territorial sigue su curso propio, la central para recibir las diferencias de rendimiento del producto del trabajo?

(1) Un salario realmente de “bronce” no sufre variaciones.

[goodbye]apocalipsis[/goodbye]

 

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