El Orden Económico Natural: Influencia del interés sobre salario y renta

Si el colono en libre tierra echa cuentas de su trabajo, debe calcular los intereses del capital invertido.

Y debe hacerlo sin tener en cuenta si ese capital es de su propiedad o si se lo ha prestado un capitalista; debe separar el interés del rendimiento del trabajo -el interés no tiene nada que ver con el trabajo, está supeditado a leyes completamente distintas.

Esta separación de los intereses del rendimiento de su trabajo y de la renta territorial la debe realizar sin embargo también el agricultor propietario de su campo -como ya lo hemos hecho en ambos cálculos del capítulo anterior.

Ahora bien, si tanto el colono en libre tierra como también los labradores de tierras arrendadas deben pagar la misma tasa de interés por el capital necesario, podría suponerse que la renta territorial no estuviese en ninguna relación con esa tasa de interés. Sin embargo, esto es un error. Con trabajo y medios de producción es posible crear cuanta tierra nueva se desee, con frecuencia hasta en las proximidades inmediatas de las grandes ciudades. Y cuanto menor sea la tasa del interés, tanto más fácil resultará transformar extensiones yermas en campos de cultivo. El empresario exige del campo ganado para el cultivo únicamente tanto interés como sea la renta de un campo cultivable adquirido con la misma inversión capitalista. Si en la libre tierra 1 y 2 los gastos de flete de vez en cuando devoran la mayor parte del producto del trabajo, así al ganarse nuevas tierras para el cultivo, el interés absorberá la esperada renta del suelo. Cuando se trate, por ejemplo, de la desecación del Zuyderzee (Holanda) -resuelta hace algunos años- del drenaje de esteros, del desmonte de selvas, de la irrigación de los desiertos, de la demolición y voladura de rocas, en primer término se preguntará: ¿qué interés insumirá la inversión del capital?, y luego se comparará esa suma con la que por el mismo campo habría que pagar de arriendo. Si la tasa de intereses es entonces elevada, el parangón resultará desfavorable, y el estero permanecerá intocado; si en cambio la tasa de intereses es baja, la empresa será beneficiosa. Es decir que si la tasa de intereses bajase de 4 a 1 %, de inmediato una cantidad de mejoras del suelo que hoy no pueden llevarse a cabo, resultarían lucrativas.

Al 1 % valdría la pena desviar las aguas del Nilo hacia las estepas de Arabia, efectuar el endicamiento del mar Báltico y agotarlo, construirle un techo de vidrio al páramo de Luneburg para cultivar café y pimienta. Al 1 % el agricultor también podría pensar en cultivar huertos de frutales.

Actualmente no lo puede hacer, pues para ello tendría que pagar un 5 % de interés por el capital invertido, nada despreciable por cierto, por 5 á 10 años a la espera de las futuras cosechas. En resumen, al 1 % de interés todas las tierras yermas, las grandes superficies de agua podrían ser transformadas, con beneficio, en campos de cultivo. (Claro está que estos detalles no deben ser tomados al pie de la letra.) Un descenso de la tasa de intereses no sólo aumentaría la superficie cultivable, sino que haría asimismo posible obtener del suelo ya cultivado rendimientos dobles y triples, por el empleo más amplio de maquinarias, por la construcción de caminos, reemplazo de los cercos de zarzas por alambrados, construcción de represas de agua para el riego artificial, arado de desfonde de los campos, cultivos de huertos de frutales, arboledas protectoras contra vientos y heladas y miles de otras mejoras del suelo. Naturalmente, a consecuencia de estas mejoras se impondría una correspondiente disminución del área de cultivo con lo cual la tierra libre, tan peligrosa para la renta, se aproximaría en forma alarmante.

La disminución del interés haría también posible que las instalaciones necesarias para el transporte del trigo desde el extranjero (puertos, canales, barcos de ultramar, ferrocarriles, silos) pudiesen establecer tarifas inferiores, y que en consecuencia disminuyeran también los gastos de flete para los 47 productos de los colonos de libre tierra. Y cada peso que se economiza en este sentido, abre una brecha igualmente grande en la renta territorial.

Los intereses del capital invertido en medios de transporte constituyen sin embargo una fracción notable de los gastos de flete. En el año 1888, a un interés término medio del 3,8 % en los ferrocarriles europeos, los gastos de transporte propiamente dichos (explotación del ferro-carril, empleados, carbón, etc.) estaban frente a los intereses en la proporción de 135 a 115. Los intereses (115) alcanzaban pues casi el nivel de los gastos de explotación (135), de modo que la rebaja de la tasa de intereses del 4 al 3 % permitiría rebajar las tarifas de fletes en casi 1/8.

Gastos de explotación Intereses al capital Tarifa de flete 4 4 % 8 4 3 % 7 4 2 % 6 4 1 % 5 4 0 % 4 Vale decir que al 0 % de interés, las tarifas de fletes podrían rebajar a la mitad. En los fletes marítimos la proporción entre los gastos de explotación y los intereses del capital invertido no es la misma, no obstante también aquí el interés desempeña un papel importante. Los barcos, el capital de explotación, las instalaciones portuarias, los canales (Panamá, Suez), vías férreas para el carbón, las instalaciones mineras, etc., todo exige su interés regular, y este interés recarga los fletes, pesa sobre el rendimiento del trabajo del colono en libre tierra 1 y 2, que es de importancia decisiva para el salario y la renta.

Una disminución o la eliminación completa de los intereses rebajaría pues a la mitad los gastos de flete y con ello el límite de la libre tierra se aproximaría, económicamente, en un 50 % y la competencia del cereal extranjero aumentaría correspondientemente.

Pero, ¿adónde iría a parar la renta territorial, si en tal forma se multiplicara la superficie cultivable en sus proximidades, excediendo a la demanda? -si se pudiese aumentar a voluntad la libre tierra de la que dependen a su vez los salarios, y más aún, si se la pudiese aumentar en lugares cercanos, es decir donde la tensión entre el producto del trabajo del colono en libre tierra y su rendimiento es cada vez menor, a causa de los fletes que economiza. ¿ Qué objeto tendría entonces emigrar al lejano Canadá, a Manitoba, para qué enviar desde allá los cereales con elevados gastos de flete, si se puede cultivar ese mismo cereal en los campos de la actual Zuyderzee? Si la tasa de intereses disminuye al 3, 2, 1 y 0 % todas las naciones podrían proveer de pan a su población actual. El cultivo intensivo halla su límite únicamente en el interés. Cuanto más rebaje el interés, tanto más intensamente podrá cultivarse la tierra.

Se observa pues, cuán íntima es la relación existente entre el interés y la renta. Mientras existan campos abandonados, lagunas, desiertos, etc., que puedan ser transformados en campos de cultivo, y en general, mientras sea posible mejorar el suelo por medio de alguna innovación, el interés elevado no solamente será el objetivo de los capitalistas, sino también el baluarte de los rentistas territoriales.

Si el interés desapareciera totalmente, bien es cierto que no se eliminaría completamente la renta territorial, pero sería el golpe más duro que podría sufrir (1).

(1) Para la renta de los solares urbanos la disminución de los intereses actúa en sentido opuesto.

Como el interés del capital de construcción grava a los inquilinos mucho más que la renta territorial (en el campo y en las ciudades pequeñas la parte de los alquileres que corresponde a la renta territorial a veces no importa ni el 5 %, mientras que los intereses insumen allí hasta el 90 % de los alquileres) la disminución del interés al 1 % ó a cero significaría una formidable rebaja de los alquileres, lo que incidiría naturalmente en forma notable sobre las necesidades de espacia de cada familia. La masa del pueblo, que hoy debido a los elevados alquileres, llevados a esa altura por el interés, debe conformarse con habitaciones absolutamente insuficientes, reclamaría viviendas mayores y podría pagarlas. Pero viviendas mayores requieren solares mayores -se aumentaría la renta territorial. Por otra parte el retroceso del interés rebajaría las tarifas ferroviarias municipales, obrando así en contra de la renta territorial urbana, por dirigir el tránsito de pasajeros más hacia las afueras.

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