El Orden Económico Natural: Los fundamentos estadísticos del sistema monetario absoluto

(1) Las proposiciones ya formuladas por mí en el folleto “La Administración Monetaria del Reich” tienen por objeto establecer el equilibrio en el presupuesto de Alemania, para que pueda ser detenida la prensa de billetes que todo lo desconcierta.

La proposición se basa en el conocimiento de que la capacidad tributaria de la población como unidad aumenta o disminuye conjuntamente con los precios de las mercancías, es decir que una décuple inflación de precios debe producir necesariamente un rendimiento proporcional de impuestos, sin que por ello varie la carga tributaria. Por la misma razón es igualmente incomprensible por qué el alza no ha de trasladarse íntegra y totalmente a todas las tarifas del Correo Alemán, de los ferrocarriles, etc., por qué se les impide a los propietarios y terratenientes ajustar los alquileres y arrendamientos a las condiciones del mercado. Exijo, también, el abandono completo de la idea de una reducción de precios, pues ello significaría una reducción de las recaudaciones fiscales, impulsando de nuevo a la impresión de billetes. Exijo, pues, el mantenimiento de los precios al nivel actual, para que los comerciantes y empresarios tengan finalmente una base segura para sus cálculos.

El sistema monetario absoluto, que forma parte integrante de este programa, significa que el nivel general de los precios de las mercancías ha de mantenerse estable mediante una activa política monetaria, de modo que a partir de entonces, con la misma suma de dinero se pueda llevar siempre la misma forma de vida. Los precios de mercaderías no han de fijarse en el sentido de máximos o mínimos. Los precios han de formarse libremente, como antes de la guerra, por la oferta y la demanda.

Cada uno debe estar completamente en su derecho de pedir lo que le parezca, según la situación del mercado. Empero la Administración Monetaria tratará de establecer el monto de moneda circulante con tal exactitud, que no se produzcan más ni las bajas bruscas de precios ni las especulaciones a la alza. El fundamento para seguir tal “política monetaria activa” lo constituye la estadística de los precios, por la cual han de establecerse las alteraciones del nivel general de precios de las mercaderías.

Los clásicos índices del “Economist” se deducen de los precios de 22 artículos básicos. Se puede, naturalmente, ampliar más esa cantidad, aunque el resultado no mejore sensiblemente, ya que los precios de los productos se encuentran en una relación de dependencia natural con los gastos de producción. Por eso es de aceptar, que si el índice de los artículos básicos permanece invariable, tampoco se ha alterado el precio de los demás productos. Así lo quiere la ley de competencia.

Más importante que estipular las cifras de precios es interpretar correctamente la importancia de cada producto en su relación a otros. El mismo papel que en el hogar desempeñan, por ejemplo, el pan y la pimienta, lo han de tener también en la estadística económica. Si esto se realiza con la debida prolijidad, el resultado podrá servir sobradamente para las nececidades de la economía. La objeción que podría hacerse aquí, de que semejante estadística no proporcionaría datos “matemáticamente” exactos, puede descartarse. A estos críticos les decimos: “No impediremos a nadie que perfeccione el método de investigación del índice”. La crítica no ha de impedirnos, empero, hacer lo bueno, sólo porque con el tiempo podrá mejorarse el procedimiento, ya que siempre hacemos pan, no obstante que desde hace 10.000 años se vienen perfeccionando los hornos. Especialmente desde el punto de vista de las tradicionales condiciones monetarias, tal crítica, francamente, es ridícula.

18 Para obtener los índices podríamos utilizar los datos que publica el “Anuario estadístico alemán”.

Multipliquemos los precios por las cantidades de producción (o del consumo en cuanto a las mercaderías importadas) y obtendremos, así, magnitudes perfectamente comparables.

Para dar una idea de esto, voy a insertar a continuación algunos datos (que no pretenden ser exactos).

1910 Importe 1911 Importe Producción o importación Precios B. Precios C.

Centeno 8.522.000 t. 152.30 1.302.- 168.30 1.439.- Trigo 5.240.000 t. 211.- 1.108.- 204.- 1.068.- Algodón 436.000 t. 151.- 650.- 134.- 584.- Hierro 14.793.000 t. 66.- 976.- 64.80 957.- Hulla 152.827.000 t. 10.46 1.598.- 10.16 1.552.- 5.642.- 5.600.- Si se amplia esta lista con todos los productos básicos, y resultara que los importes B y C no se diferencian en nada o muy poco, como en el ejemplo, entonces se desprenderá que los costos de vida no han alterado, y ello testimoniará a la Administración Monetaria el acierto de sus medidas.

Ciertamente, es un hecho que, permaneciendo invariables los precios de las materias primas, tampoco variarán los precios de los productos manufacturados. Las alteraciones en los salarios correrán, entonces, por cuenta del interés del capital o de la renta territorial.

Como la producción, abstracción hecha de condiciones naturales, debe permanecer constante como el número de personas si no se la perturba por crisis o huelgas, podemos utilizar sin vacilaciones las cifras de producción para períodos más largos, por lo menos por un año, de modo que sólo es necesario conocer las fluctuaciones de precios para poder calcular el índice en cualquier momento. Si el director de la Administración Monetaria creyera oportuno tener todos los días después de cerrar la Bolsa el índice a la vista, tal deseo puede cumplirse fácilmente.

En cuanto a las cifras de producción cabe agregar que éstas varían no sólo relativa, sino también absolutamente. Esto hace necesario referir el importe de la columna B a su base o índice de comparación, que en este caso es de 5642, sometiendo todos los rubros individuales a un aumento o disminución proporcionales.

Si se tiene, por ejemplo: en lugar de 8.522.000 ton. centeno 8.000.000 en lugar de 5.240.000 ton. trigo 6.000.000 en lugar de 4.360.000 ton. algodón 5.000.000 etc., estos nuevos datos tendrían que ser calculados primero en relación a los precios anteriores (1910).

Estos nuevos datos acusarán, entonces, en total la cantidad de 6.917, o sea un 10 % más en comparación con 5.642. En tal caso se descuenta proporcionalmente de todos los guarismos de producción el 10 %. Recién entonces podríase multiplicar los valores obtenidos incrementados por los nuevos precios.

Ahora bien, si se tratase de hallar el índice para una inflación del décuplo, que ha de efectuarse para mantener el movimiento de pagos, se empezaría a publicar una lista de las mercaderías principales con los precios de anteguerra, pero solamente diez veces inflados. Significaría ello que los precios 19 insertados están en correlación natural a las condiciones de producción creadas para cada mercadería. Esta correlación ha sido destruída por la economía regimentada. Los precios retrocederán en la misma relación en cuanto se eliminen las trabas legales. Recomendamos, pues, a todos no adquirir más de lo imprescindible de aquellas mercaderías que se cotizan hoy a precios más elevados que los publicados en el boletín, pues probablemente no tardarán en bajar. La Administración Monetaria procurará que el nivel general de precios no se desvíe del índice décuplo.

Cada cual ha de contar con esto, obrando de conformidad, y en cuanto a lo demás, que cada uno vele por sus intereses. Cada cual ha de exigir por sus productos el precio que, según la situación del mercado, crea poder obtener. Si le resulta bien, obtendrá con esto los medios que le permitan oportunamente soportar también un mal negocio. La Administración Monetaria procurará, no obstante, que el margen de ganancias y pérdidas sea cada vez más pequeño, de modo que con el tiempo no sólo el índice permanezca estable, sino también, que el escalonamiento de precios no sea más alterado por acontecimientos monetarios. En general, toda alteración del nivel de precios originada por experimientos monetarios torpes, destruye también el escalonamiento natural de los precios, puesto que afectan por desigual el poder adquisitivo de las diversas capas sociales. Un aumento de precios, por ejemplo, favorece a las capas trabajadoras endeudadas, pues esta clase adquiere y consume mercaderías muy distintas a las que compran las capas de los acreedores perjudicados por la misma alza de precios. Se comprarán víveres más caros, más mercaderías de lujo pero de consumo popular, mientras que la demanda de productos que principalmente se adquieren por rentistas, decrece en relación. Esta perturbación se traduce ahí en repuntes, y aquí en retrocesos de precios. Con el sistema monetario absoluto desaparece, por lo tanto, también el factor principal de las oscilaciones en los precios aislados.

En Suiza donde los proyectos presentados por la “Federación Suiza de Libreeconomía” referente al sistema monetario absoluto hallaron eco en la prensa surgió, por parte de los interesados en el patrón oro, la objeción de que una política monetaria activa, tal como nosotros la anhelamos, sería impracticable, puesto que la emisión y el retiro de moneda no producirían efecto inmediato sobre los precios, sino recien después de un período prolongado de tres meses, más o menos, según cálculos de Nikolson. Dejemos pasar con una sonrisa de satisfacción esta tentativa por parte de la alta finanza de defenderse, pues no hay prueba más convincente en el fondo contra las medidas monetarias del sistema actual que el hecho señalado. Si las riendas de un caballo se hacen sentir recién después de tres meses, semejante caballo es inmanejable y corresponde reemplazarlo por otro. Así debe procederse también en este caso. Si el sistema monetario es irreductible, insensible a las riendas, entonces debe eliminarse. Con el caballo “libremoneda” no habrá que aguardar tres meses para que las riendas produzcan sus efectos. La libremoneda es un caballo sensible. En el mismo día en que aumente o disminuya la cantidad de moneda podrán observarse sus efectos en el mercado.

Toda tentativa de la alta finanza de obstruir el sistema monetario absoluto rebotará siempre sobre el patrón oro.

(1) Escrito en 1921 y publicado por primera vez en la revista Libreeconomía (febrero 1921).

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