La importancia clave de Honduras para la estrategia geopolítica y militar continental de EEUU, su entrelazamiento económico, político y militar ultradependiente de Washington, torna imposible el desconocimiento previo del golpe de Estado contra Manuel Zelaya por parte del Pentágono y del Departamento de Estado.
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Por Manuel Freytas
Luego de su concreción, hay muchas hipótesis girando sobre el golpe de Estado hondureño pero claramente resaltan aquellas que tienen que ver con la participación encubierta de EEUU en calidad de incitador y de beneficiario principal.
Por estas horas, sobresalen dos lecturas disímiles que se hacen del objetivo golpista:
A) Una maniobra interna de los halcones conservadores contra Obama utilizando a Honduras como teatro de operaciones.
B) Una operación de “doble cara” orientada a posicionar la estrategia de Obama en la región, principalmente en relación con los presidentes izquierdistas aglutinados en el bloque del ALBA.
En el primer punto, se habla de un golpe interno contra Obama protagonizado por los sectores ultraconservadores del Pentágono y del Departamento de Estado con el objetivo de boicotear (por medio del derrocamiento de Zelaya) sus políticas de acercamiento con Chávez, Cuba y los presidentes del ALBA.
En el segundo punto, se señala a la propia administración Obama como la impulsora del golpe con el objetivo de formular una advertencia velada a Chávez sobre un posible “efecto dominó” de la asonada militar en otros países gobernados por el staff presidencialista de izquierda en América Latina.
Otra hipótesis habla de una operación programada originalmente por la CIA y el Pentágono para impedir que Zelaya -a través de su inserción en el ALBA- aumente el poder de influencia regional de Chávez.
En cualquiera de estas hipótesis, se señala al Comando Sur de EEUU y a las agencias de inteligencia estadounidenses como el centro planificador del golpe que destituyó a Manuel Zelaya de su cargo como presidente de Honduras.
A ningún experto le cierra por estas horas que las fuerzas armadas de Honduras, que actúan como un virtual apéndice de la estrategia del Pentágono en Centroamérica, hayan concretado la detención y la expulsión de Zelaya sin consultar con los mandos militares y políticos de EEUU.
Al respecto dice James Petras: “Las hondureñas son las fuerzas armadas más subordinadas al Pentágono, reciben entrenamiento, armas y financiación en EEUU. Oficiales del Comando Sur de EEUU tienen delegaciones en el ejército, la policía y los servicios de seguridad hondureños. Los oficiales de Estado Mayor reciben cursos en el Comando Sur. Todo lo que deciden las cúpulas militares hondureñas es consultado con las delegaciones norteamericanas”.
“Hace tiempo Honduras era trampolín para el golpe contra Arbenz en el 54, era la punta de lanza para la invasión de Cuba en el 61, era la caza de los contras con 20 mil soldados mercenarios lanzados desde Honduras”, añade Petras.
El Comando Sur estadounidense realiza periódicos ejercicios conjuntos con el ejército hondureño, adiestra a sus oficiales intermedios y de Estado Mayor, mantiene convenios de ayuda militar en el marco de la guerra contra el “terrorismo”, y sus fuerzas de elite, así como la CIA y el FBI, entrenan a la policía y a los servicios de inteligencia hondureños.
En marzo de 2008, el ministro de Defensa de Honduras resaltó el apoyo de Estados Unidos a su país y dijo que ambos trabajan en un programa común de lucha contra el “terrorismo”, el crimen organizado, el narcotráfico y el tráfico ilegal de personas.
Recientemente, el actual jefe del ejército hondureño, ejecutor del derrocamiento de Zelaya, Romeo Vázquez, participó de varios encuentros en Washington con el actual jefe del Comando Sur, general Douglas Fraser, donde se profundizaron los lazos militares para una acción conjunta en el escenario centroamericano.
En abril de este año, en oportunidad de varios ejercicios combinados de las fuerzas estadounidenses y hondureñas, el embajador estadounidense en Honduras, Charles Ford, señaló que los ejercicios fueron auspiciados por el Comando Sur de su país.
Añadió que “ese impulso lo vamos a mantener como política de Estado”, y que Estados Unidos y Honduras trabajan en un “común propósito por la paz en la región centroamericana”.
La delegación diplomática de EEUU en Tegucigalpa fue la embajada clave de la “guerra antisubversiva” en Centroamérica durante la época de Reagan, dirigida entonces por el embajador John Negroponte, de largo historial en la represión regional.
Lo ejercicios conjuntos incluían, en una primera fase, la realización de operaciones de información y contrainformación, y la llegada de los efectivos militares de EEUU en un escenario simulado de acciones “terroristas” o de catástrofes naturales en el área centroamericana.
La segunda fase comprendía entrenamientos modulares de operaciones terrestres, marítimas y aéreas conjuntas, en un escenario simulado de guerra convencional.
EEUU mantiene en Honduras una presencia militar efectiva de al menos 600 hombres acantonados en la base local de Palmerola, construida por el Ejercito norteamericano a inicios del decenio de los años 80 del siglo pasado.
Además, el Comando Sur participa junto a Honduras en el grupo conjunto de trabajo “Bravo” en la base militar de Soto Cano, donde se coordinan maniobras militares conjuntas orientadas a combatir el “terrorismo”, el narcotráfico y el “crimen organizado” en la región.
¿Cómo puede pasar desapercibido por las jerarquías del Pentágono un golpe militar en Honduras?
Por otra parte, Honduras, el tercer país más pobre del continente, detrás de Haití y Nicaragua, depende para sobrevivir de sus lazos comerciales, políticos y militares con EEUU.
El país es “socio” comercial de EEUU dentro del Tratado de Libre Comercio con Centroamérica y la República Dominicana (CAFTA-DR), participa en el programa de desarrollo de la Cuenta del Milenio, y decenas de miles de sus ciudadanos se benefician del Status de Protección Temporal (TPS) que EEUU concede a personas que huyen de conflictos o desastres naturales.
¿Cómo puede la estructura oligárquica hondureña instrumentar un golpe de Estado al margen de la voluntad y del conocimiento de Washington?.
Tras el golpe contra Zelaya, el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, dijo que la meta de EEUU es trabajar con sus socios para que se restablezca el orden democrático, pero no precisó cuáles serían los siguiente pasos de Washington respecto a la suspensión de la ayuda o el retiro de su embajador.
Simultáneamente, la secretaria de Estado Hillary Clinton señaló que EEUU no suspenderá la ayuda económica a ese país, que incluye partidas para la financiación operativa de las fuerzas armadas, la policía y los servicios de inteligencia hondureños.
En otras palabras, la importancia clave de Honduras para la estrategia geopolítica y militar continental de EEUU, su entrelazamiento económico ultradependiente de Washington, torna imposible el desconocimiento previo del golpe de estado contra Manuel Zelaya por parte del Pentágono y del Departamento de Estado.
Ensayo de “democracia blindada”[/h3]
En cuando a las características del derrocamiento de Zelaya, en Honduras no hubo un golpe militar tradicional donde los militares ocupan los espacios administrativos que antes ocupaban los políticos dentro del orden institucional.
Los militares hondureños no ejecutaron un golpe castrense para asumir todo el poder, no crearon una junta de comandantes para manejar el país, sino que tomaron el control de las calles obedeciendo ordenes del poder civil golpista.
Puede decirse en todo caso que los militares no se apoderaron del poder, sino que se convirtieron en guardianes armados del golpe constitucional que derrocó a a Zelaya.
Este detalle es fundamental para entender las nuevas señales que se emitieron en Honduras.
El derrocamiento de Zelaya implica un nuevo experimento en América Latina conformado por la conjunción del poder civil y del poder militar para cambiar a un presidente, sin romper el orden constitucional.
Se trata de lo que las usinas del poder norteamericano definen como “democracia blindada” en América Latina, donde las fuerzas armadas adquieren un nuevo rol represivo obedeciendo órdenes del poder político.
Los think tank o tanques de pensamiento norteamericanos estudian desde hace mucho tiempo alternativas de “gobernabilidad” (control político y social) proyectadas para futuros escenarios de crisis en el marco de la debacle económica global.
Las consideraciones se basamentan en la neutralización de un posible “efecto dominó” regional de las huelgas y conflictos sociales que comenzarán a desarrollarse como consecuencia de la recesión económica y los conflictos laborales.
En ese escenario se plantea un cuadro creciente de “perdida de gobernabilidad” de los gobiernos y un requerimiento del uso de la fuerza militar para evitar el desmadre de los conflictos y neutralizar posibles “focos subversivos” que se monten en los mismos, según los sostenedores de la estrategia de control político y social con la “democracia blindada”
En relación con la antigua doctrina predominante de los golpes de Estado militar (la “doctrina de seguridad nacional”), la “democracia blindada” es una instancia perfeccionada y corregida de control militar sin romper el orden constitucional.
Dicho de otra manera, en situaciones de crisis (como la que se proyecta con la recesión económica) la democracia se “blinda” (utiliza el poder militar represivo) manteniendo toda la fachada de la “gobernabilidad” constitucional y preservando la vigencia del orden que se basa en las “libertades públicas” y el sistema electivo democrático.
Lo que está sucediendo en Honduras, al margen de la estrategia y del objetivo del golpe contra Zelaya, es un modelo experimental de “democracia blindada” ensayada en el ámbito latinoamericano.
La “democracia blindada”, como señalan los expertos, es una síntesis gerencial político militar conjugada dentro de una nueva estrategia de control político y social orientado a preservar el sistema de dominio imperial capitalista en América Latina.
[goodbye]apocalipsis[/goodbye]