Como decía Clausewitz: La política es la prolongación de la guerra por otras vías (o viceversa) . O como piensa Zelaya: La guerra ya no se hace con fusiles sino con medios de comunicación y teléfonos celulares.
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IAR Noticias
Manuel Zelaya, el presidente derrocado por los “gorilettis” hondureños, ya pasó a la historia como el hombre que intentó reconquistar la presidencia de Honduras sólo munido de un teléfono celular y de una brigada de periodistas quienes registraban sus incontables llamadas a presidentes y funcionarios “amigos” mientras caminaba hacia la frontera.
Si algo quedó registrado en la retina del televidente de esta “operación retorno bis”, es la figura de Zelaya con su inconfundible sombrero blanco de ala ancha (su icono mediático con marca registrada) hablando constantemente por su celular, cuya carga de batería parecía interminable.
Fue un broche de oro: Un auténtico show mediático, con escenas hilarantes, como el momento en que los periodistas le avisaron a Zelaya que “había un francotirador” y éste se refugió detrás de un gran camión mientras seguía hablando por el celular.
Lo destacable, lo verdaderamente destacable, es que el hoy presidente errante de Honduras pasó todas las peripecias de su fracasada “caravana de regreso” hablando por el celular que parecía una extensión inalámbrica de su cuerpo de un metro noventa de estatura.
La pantalla televisiva mostraba en planos superpuestos a Zelaya con el celular y los periodistas, por un lado, y a las fuerzas de seguridad y al ejército hondureño en posición de combate, por otro, conformando una especie de parábola inconsciente entre la “guerra militar” y la “guerra mediática”.
Los militares acordonados en la frontera se representaban (en el meta-mensaje mediático) como el viejo símbolo de las dictaduras y de los golpes de Estado setentistas, y Zelaya (con los periodistas y el celular) se representaba como el símbolo del “sistema democrático” y del “poder civil desarmado” que venía a recuperar lo que le quitaron por la fuerza.
Los diseñadores de la operación quisieron resaltar la contradicción emergente: La “barbarie fascista” de los militares y policías golpistas, y la “civilidad democrática” de un presidente desarmado que regresaba a su país para reclamar (como un ciudadano más) sus derechos “constitucionales” y privados.
Para la BBC, Zelaya ” no logró retornar a su país, pero sí logró que su foto levantando la cadena metálica que separa a Honduras de Nicaragua ocupara los titulares de la prensa nacional e internacional”.
En realidad, la “lección a los golpistas” de la que hablaba Zelaya (siempre por el celular), fue una operación de acción psicológica orientada a demostrar que la razón pacifica del “sistema democrático” (controlado por Washington) puede más que la razón armada del “poder militar” (también controlado por Washington).
“Somos pacíficos, pero estamos dispuestos a ser mártires”, dijo Juan José Valle, escultor que hizo una estatua de fibra de vidrio de Zelaya, antes de que se produjera el golpe de Estado.
Dentro de ese contraste, giró el mensaje de Zelaya que señalaba constantemente que su regreso era un aviso a los golpistas hondureños de que “jamás van a gobernar en paz” sentados sobre las bayonetas militares.
Y un detalle a tener en cuenta: Zelaya en ningún momento mencionó al “Imperio yanqui”, solo habló de “golpistas” y de “grupos de derecha” que los sostienen desde EEUU, y defendió el gobierno de Obama afirmando que nada tuvo que ver con su derrocamiento.
Washington, por su parte, calificó de “imprudente” el movimiento de Zelaya.
En un conversación con la CNN en el lado nicaragüense de la frontera, el mandatario depuesto reaccionó diciendo que Estados Unidos “tiene que apoyarme en vez de criticarme”.
En sus conversaciones por el celular, Zelaya (despojado del discurso “antiimperialista”) puso en evidencia lo que todo analista del sistema ya sabe (y no lo dice): Cuando se habla del golpe de Estado en Honduras, en términos concretos se habla de un golpe de la derecha del Imperio contra la izquierda del Imperio.
Zelaya lo dejó claro cuando dijo en una entrevista con la BBC, que quien lo derrocó no fue Obama sino la derecha imperial. Según las propias declaraciones de Zelaya su gobierno fue derrocado por “la derecha reaccionaria de los halcones de Washington, no por el gobierno de Barack Obama”. Con el añadido: “El gobierno de Barack Obama y de los Estados Unidos está apoyándome”.
Los datos (emergentes de las declaraciones de Chávez y de sus aliados) también son concluyentes: El golpe hondureño reveló definitivamente que la izquierda gubernamental latinoamericana, con Chávez a la cabeza, juega a una hipotética alianza imperial-“progresista” con Obama para enfrentar a la “derecha” representada por el Pentágono y los sectores conservadores de EEUU que han derrocado a Zelaya en Honduras.
Lo que en otros tiempos parecería una teoría conspirativa de rasgos fantásticos (la conversión de la izquierda gubernamental latinoamericana en “izquierda imperial” ) es una realidad aceptada por la mayoría de los medios estadounidenses, tanto conservadores como demócratas, quienes desde sus respectivos ángulos ideológicos señalan a Chávez como una pieza clave de la administración Obama en el patio trasero.
Desde ángulos de interpretación diferenciados, los medios conservadores y demócratas estadounidenses coinciden en general que Obama apuesta a una estrategia de “acercamiento” a Chávez con el objetivo de neutralizar la influencia del Pentágono y de los conservadores en el golpe hondureño.
Pero las interpretaciones difieren: Para los medios demócratas, Obama se vale de Chávez para forzar una “salida racional” a la crisis , y para los conservadores, el presidente estadounidense se “acerca peligrosamente a Chávez”.
Desde ángulos de interpretación diferenciados, The Wall Street Journal y The Washington Post, dos voceros emblemáticos del poder estadounidense, coinciden en que Obama juega una estrategia de “doble cara” en el golpe hondureño.
El Washington Post (en la línea demócrata) elogia a Obama y a su administración por haber imprimido “una dosis de realismo en Honduras”.
“El presidente Barack Obama y la secretaria de Estado Hillary Clinton, están a punto de lograr su propio golpe de Estado en Honduras y promoción de los intereses americanos con una habilidad no vista en Washington desde hace muchos años”, señala el Post.
“Que la administración de Obama -prosigue- se haya unido a la Organización de Estados Americanos en la condena de la expulsión del presidente de Honduras Manuel Zelaya, ha dejado a Chávez echando aire caliente pero sin nadie con quien pelear en contra”.
Para el Post; “Chávez es una molestia, pero Washington no tiene enemigos en América Latina. Nuestros intereses principales son la inmigración, la delincuencia y el comercio, no las ideologías, tanto como los extremistas de la derecha y la izquierda, aquí y allá, quieren que así sea”.
El diario celebra la estrategia de Obama de jugar con Chávez para anular a Chávez.
En cambio The Wall Street Journal (vocero de la línea conservadora) sostiene que “Obama y el Departamento de Estado de EEUU se unieron a Chávez y sus aliados para exigir que Zelaya sea restituido en el poder. Esto ha envalentonado a Venezuela”.
“Cuando Hugo Chávez hace un pedido de ayuda a Washington, como lo hizo hace 11 días, esto genera serias preguntas sobre las señales que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le está enviando al dictador más peligroso de este hemisferio”, señala el Journal mediante un artículo titulado “EEUU se inclina hacia la izquierda en el tema Honduras”.
Lo que expresan el Post y el Journal, dos de los diarios más emblemáticos del poder estadounidense, es el reflejo de una guerra ( todavía subterránea) entre la “izquierda” y la “derecha” imperial proyectada a su patio trasero latinoamericano.
(IAR Noticias) 26-Julio-09
La pantalla televisiva muestra a Zelaya con su teléfono celular y rodeado de periodistas.
Como decía Clausewitz: La política es la prolongación de la guerra por otras vías (o viceversa) . O como piensa Zelaya: La guerra ya no se hace con fusiles sino con medios de comunicación y teléfonos celulares.
Informe especial
IAR Noticias/
Un manifestante partidario de Zelaya enfrenta a la policía hondureña durante la represión en el aeropuerto de Tegucigalpa, el pasado 29 de junio.
Manuel Zelaya, el presidente derrocado por los “gorilettis” hondureños, ya pasó a la historia como el hombre que intentó reconquistar la presidencia de Honduras sólo munido de un teléfono celular y de una brigada de periodistas quienes registraban sus incontables llamadas a presidentes y funcionarios “amigos” mientras caminaba hacia la frontera.
Si algo quedó registrado en la retina del televidente de esta “operación retorno bis”, es la figura de Zelaya con su inconfundible sombrero blanco de ala ancha (su icono mediático con marca registrada) hablando constantemente por su celular, cuya carga de batería parecía interminable.
Fue un broche de oro: Un auténtico show mediático, con escenas hilarantes, como el momento en que los periodistas le avisaron a Zelaya que “había un francotirador” y éste se refugió detrás de un gran camión mientras seguía hablando por el celular.
Lo destacable, lo verdaderamente destacable, es que el hoy presidente errante de Honduras pasó todas las peripecias de su fracasada “caravana de regreso” hablando por el celular que parecía una extensión inalámbrica de su cuerpo de un metro noventa de estatura.
La pantalla televisiva mostraba en planos superpuestos a Zelaya con el celular y los periodistas, por un lado, y a las fuerzas de seguridad y al ejército hondureño en posición de combate, por otro, conformando una especie de parábola inconsciente entre la “guerra militar” y la “guerra mediática”.
Los militares acordonados en la frontera se representaban (en el meta-mensaje mediático) como el viejo símbolo de las dictaduras y de los golpes de Estado setentistas, y Zelaya (con los periodistas y el celular) se representaba como el símbolo del “sistema democrático” y del “poder civil desarmado” que venía a recuperar lo que le quitaron por la fuerza.
Los diseñadores de la operación quisieron resaltar la contradicción emergente: La “barbarie fascista” de los militares y policías golpistas, y la “civilidad democrática” de un presidente desarmado que regresaba a su país para reclamar (como un ciudadano más) sus derechos “constitucionales” y privados.
Para la BBC, Zelaya ” no logró retornar a su país, pero sí logró que su foto levantando la cadena metálica que separa a Honduras de Nicaragua ocupara los titulares de la prensa nacional e internacional”.
Zelaya, (sin soltar el teléfono celular) levanta la cadena que separa la frontera entre Nicaragua y Honduras.
En realidad, la “lección a los golpistas” de la que hablaba Zelaya (siempre por el celular), fue una operación de acción psicológica orientada a demostrar que la razón pacifica del “sistema democrático” (controlado por Washington) puede más que la razón armada del “poder militar” (también controlado por Washington).
“Somos pacíficos, pero estamos dispuestos a ser mártires”, dijo Juan José Valle, escultor que hizo una estatua de fibra de vidrio de Zelaya, antes de que se produjera el golpe de Estado.
Dentro de ese contraste, giró el mensaje de Zelaya que señalaba constantemente que su regreso era un aviso a los golpistas hondureños de que “jamás van a gobernar en paz” sentados sobre las bayonetas militares.
Y un detalle a tener en cuenta: Zelaya en ningún momento mencionó al “Imperio yanqui”, solo habló de “golpistas” y de “grupos de derecha” que los sostienen desde EEUU, y defendió el gobierno de Obama afirmando que nada tuvo que ver con su derrocamiento.
Washington, por su parte, calificó de “imprudente” el movimiento de Zelaya.
En un conversación con la CNN en el lado nicaragüense de la frontera, el mandatario depuesto reaccionó diciendo que Estados Unidos “tiene que apoyarme en vez de criticarme”.
En sus conversaciones por el celular, Zelaya (despojado del discurso “antiimperialista”) puso en evidencia lo que todo analista del sistema ya sabe (y no lo dice): Cuando se habla del golpe de Estado en Honduras, en términos concretos se habla de un golpe de la derecha del Imperio contra la izquierda del Imperio.
Zelaya lo dejó claro cuando dijo en una entrevista con la BBC, que quien lo derrocó no fue Obama sino la derecha imperial. Según las propias declaraciones de Zelaya su gobierno fue derrocado por “la derecha reaccionaria de los halcones de Washington, no por el gobierno de Barack Obama”. Con el añadido: “El gobierno de Barack Obama y de los Estados Unidos está apoyándome”.
Los datos (emergentes de las declaraciones de Chávez y de sus aliados) también son concluyentes: El golpe hondureño reveló definitivamente que la izquierda gubernamental latinoamericana, con Chávez a la cabeza, juega a una hipotética alianza imperial-“progresista” con Obama para enfrentar a la “derecha” representada por el Pentágono y los sectores conservadores de EEUU que han derrocado a Zelaya en Honduras.
Lo que en otros tiempos parecería una teoría conspirativa de rasgos fantásticos (la conversión de la izquierda gubernamental latinoamericana en “izquierda imperial” ) es una realidad aceptada por la mayoría de los medios estadounidenses, tanto conservadores como demócratas, quienes desde sus respectivos ángulos ideológicos señalan a Chávez como una pieza clave de la administración Obama en el patio trasero.
Desde ángulos de interpretación diferenciados, los medios conservadores y demócratas estadounidenses coinciden en general que Obama apuesta a una estrategia de “acercamiento” a Chávez con el objetivo de neutralizar la influencia del Pentágono y de los conservadores en el golpe hondureño.
Pero las interpretaciones difieren: Para los medios demócratas, Obama se vale de Chávez para forzar una “salida racional” a la crisis , y para los conservadores, el presidente estadounidense se “acerca peligrosamente a Chávez”.
Desde ángulos de interpretación diferenciados, The Wall Street Journal y The Washington Post, dos voceros emblemáticos del poder estadounidense, coinciden en que Obama juega una estrategia de “doble cara” en el golpe hondureño.
El Washington Post (en la línea demócrata) elogia a Obama y a su administración por haber imprimido “una dosis de realismo en Honduras”.
“El presidente Barack Obama y la secretaria de Estado Hillary Clinton, están a punto de lograr su propio golpe de Estado en Honduras y promoción de los intereses americanos con una habilidad no vista en Washington desde hace muchos años”, señala el Post.
“Que la administración de Obama -prosigue- se haya unido a la Organización de Estados Americanos en la condena de la expulsión del presidente de Honduras Manuel Zelaya, ha dejado a Chávez echando aire caliente pero sin nadie con quien pelear en contra”.
Para el Post; “Chávez es una molestia, pero Washington no tiene enemigos en América Latina. Nuestros intereses principales son la inmigración, la delincuencia y el comercio, no las ideologías, tanto como los extremistas de la derecha y la izquierda, aquí y allá, quieren que así sea”.
El diario celebra la estrategia de Obama de jugar con Chávez para anular a Chávez.
En cambio The Wall Street Journal (vocero de la línea conservadora) sostiene que “Obama y el Departamento de Estado de EEUU se unieron a Chávez y sus aliados para exigir que Zelaya sea restituido en el poder. Esto ha envalentonado a Venezuela”.
“Cuando Hugo Chávez hace un pedido de ayuda a Washington, como lo hizo hace 11 días, esto genera serias preguntas sobre las señales que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, le está enviando al dictador más peligroso de este hemisferio”, señala el Journal mediante un artículo titulado “EEUU se inclina hacia la izquierda en el tema Honduras”.
Lo que expresan el Post y el Journal, dos de los diarios más emblemáticos del poder estadounidense, es el reflejo de una guerra ( todavía subterránea) entre la “izquierda” y la “derecha” imperial proyectada a su patio trasero latinoamericano.
Ejército hondureño bloquea carretera de acceso a la frontera.
En ese tablero, tanto Zelaya como Chávez y el grupo de los “presidentes izquierdistas”, son variables de ajuste de una guerra entre los lobbistas de Wall Street (que sostienen a Obama) y los lobbistas del Pentágono y del Complejo Militar Industrial que sostienen el golpe de los “gorilettis”. .
La guerra, que antes se mantenía entre bambalinas, estalló con Obama, al que los gusanos golpistas bananeros llaman “negrito ignorante”, y al que los conservadores USA del “destino manifiesto” señalan como un “presidente débil y sin experiencia” que pone en riesgo la seguridad nacional de EEUU.
En suma, lo que parece una interna bananera entre dos sectores de la oligarquía hondureña (uno conservador, y otro vestido de “socialista”) en realidad no lo es tanto, y sienta el primer precedente histórico de un enfrentamiento interno en EEUU entre republicanos y demócratas luego de un golpe de Estado avalado por el Pentágono en el patio trasero.
Los conservadores y los halcones militaristas (alianza del sionismo judío con la derecha cristiana) que controlan los resortes de decisión del Pentágono y del Complejo Militar Industrial (capitalismo de guerra), están convencidos de que las políticas de “diálogo y tolerancia” que propicia Obama conducen a una pérdida del poder militar de EEUU y a una fortificación de sus enemigos situados en el “eje del mal”.
Esta situación, marcadamente acentuada con la llegada de Obama a la Casa Blanca, produjo, incluso, una (increíble) fisura entre los halcones israelíes (que planean junto con los halcones USA un ataque sin más trámite a Irán) y la administración imperial de Obama, que hace “equilibrio” entre las masacres militares de Afganistán, Irak y Pakistán y sus llamados formales a la “pacificación de Medio Oriente”.
El golpe hondureño, trasladó esta guerra interna a Centroamérica, cambiando a Ahmadineyad por Chávez en el tablero.
El golpe hondureño, en realidad, es sólo la punta del iceberg de un proceso geopolítico militar más profundo impulsado por el poder conservador de EEUU, que intenta sustituir a una estrategia de dominio que consideran “demasiado blanda” (el “sistema democrático” de poderes civiles) por una alternativa de mayor control militar de la región adaptado a las crisis y a los conflictos intercapitalistas que se avecinan en el planeta.
En este escenario, Chávez (para los halcones) se presenta como un peón “peligroso” de la estrategia “aperturista” de Obama que busca hacer equilibrio entre el apoyo a Zelaya y a los golpistas sostenidos por el Pentágono y los halcones.
Zelaya a su vez, es un peón cautivo de Chávez que aspira a jugar para Obama sin intermediarios.
Zelaya, en el fondo de su conciencia sabe que “ya fue” (la OEA y la Unión Europea lo dejaron solo) y ahora solamente aspira a que Washington (vía Obama) lo restituya en el escenario hondureño con una situación expectante para su futuro político, no en este turno sino en el próximo.
El viernes, con la operación regreso bis, el “hombre del teléfono celular” consolidó su propio marketing electoral y se convirtió en un ícono mediático de la “democracia” proyectado a nivel internacional.
Ese es el paquete (electoral) que ahora quiere venderle a Washington.
Zelaya, en definitiva es un “hombre de negocios”, y la operación “Teléfono Celular” fue una inversión a futuro.
[goodbye]apocalipsis[/goodbye]