La tendencia parece confirmarse: Pese a la anunciada “reactivación” de la primera economía imperial, bancos y empresas, mayoritariamente, no retoman personal y, por el contrario, intentan mejorar sus márgenes de rentabilidad manteniendo el mismo plantel de mano de obra, pese a que, aparentemente, las condiciones de producción y comercialización mejoraron.
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IAR Noticias
En un escenario, marcado por una dudosa “recuperación económica” (de la que todos dudan), y con un aumento del déficit y de la desocupación en EEUU, la bolsa y las macro empresas y bancos que cotizan en Wall Street siguen cosechando ganancias multimillonarias que se contradicen con los números oficiales de la economía real.
La llamada “reactivación” tiene claramente dos lecturas paralelas: Por un lado, los pulpos financieros de Wall Street y las bolsas mundiales, reciclan una nueva “burbuja” ganancial, no ya con dinero especulativo proveniente del sector privado, sino con fondos públicos (de los impuestos pagados por toda la sociedad), puestos compulsivamente al servicio de un nuevo ciclo de rentabilidad capitalista con la crisis.
Actualmente, los grandes bancos de Wall Street (responsables de la crisis financiera) están ganando nuevamente cifras millonarias, pero no a través de préstamos a consumidores y empresas productivas, sino a través de compra y venta especulativa de acciones bursátiles y de la adquisición de instituciones quebradas a las que luego recapitalizan en la bolsa.
Sin embargo, los sectores no financieros no disfrutan de la misma recuperación, señala The Wall Street Journal.
Pese a los anuncios de recuperación de la economía, empresas y bancos todavía están recortando empleos y obteniendo ganancias a través de reducciones de costos (incluido reducción de salarios) en lugar de potenciar un alza en la producción y en las ventas por medio de la reocupación laboral.
Como registra a diario la prensa económica, empresas en todas las ramas de la economía estadounidense mantienen congeladas las contrataciones, incluso en momentos en que las perspectivas de ganancias mejoran.
La historia se repite en todos los rubros de la economía estadounidense, en fábricas, hoteles y bancos.
La semana de trabajo promedio ahora descendió a 33 horas, la cifra más baja desde que se inició el registro de estadísticas en la década de 1960. La productividad, o la producción por horas de trabajo, creció a una tasa anual de 6,6% en el segundo trimestre, a medida que los empleadores despidieron más rápido de lo que recortaron la producción.
Las contrataciones siempre quedan rezagadas durante las recuperaciones económicas, pero esta vez las perspectivas son peores, afirman economistas citados por The Wall Street Journal.
“En Wall Street, uno escucha hablar del retorno de la rentabilidad, el fin de la recesión y la necesidad de estrategias de retirada, dijo recientemente Lawrence Summers, asesor económico de la Casa Blanca. “Yo puedo asegurar que para la gente común, para quienes el desempleo sigue en aumento, la situación es muy diferente”.
Sin embargo, a muchos estadounidenses, les parece que Wall Street fue rescatado y ellos no, según Summers. “Así como en una guerra, hay víctimas no intencionales, así que también en los rescates económicos hay beneficiarios no intencionales”, añadió.
Mayoritariamente los analistas prevén un período prolongado de alto desempleo, y muchas empresas tienen dudas persistentes sobre cuán perdurable será la racha positiva y atribuyen gran parte del reciente aumento en los pedidos, a la decisión de muchos clientes de recomponer sus inventarios y a los planes de estímulo del gobierno, más que a una fortaleza subyacente en sus mercados.
Las empresas también enfrentan incertidumbre sobre los costos potenciales de las medidas regulatorias –como una ampliación de la cobertura médica y leyes sobre el cambio climático– que podrían elevar los costos laborales. Además, dice el Journal, muchos empleadores han aprendido cómo producir más con menos personas de lo que creían posible.
“Dada la perspectiva de incertidumbre en la economía y las condiciones para obtener crédito, las firmas son renuentes a contratar empleados”, afirma el economista Mark Gertler de la Universidad de Nueva York. “Este es un mercado laboral muy difícil. Parece que va a ser un proceso lento.”
En el corto plazo, exigir más del personal existente significa menos contrataciones.
Además, hay otro factor que contribuye a la falta de oportunidades laborales: las empresas que eliminaron las horas extras y recortaron las jornadas de trabajo durante la recesión pueden aumentar su producción simplemente incrementando las horas de trabajo de su equipo.
El capitalismo industrial o comercial estadounidense, con el argumento de la “catástrofe económica” reduce “costo laboral” despidiendo empleados, reduciendo salarios y suprimiendo beneficios sociales, y “sobreexplotación” de la fuerza que queda ocupada. Achican otros gastos (e inversiones) de la producción para ganar lo mismo produciendo y vendiendo menos, lo que agudiza la recesión y genera más baja del consumo y despidos laborales.
Por su parte, el Estado norteamericano baja “costo social” por medio de la reducción del gasto público (salud, vivienda, educación, etc) para compensar la merma de la recaudación durante la crisis.
De esta manera, el sistema capitalista USA (Estado y empresas privadas) descarga el costo del colapso recesivo económico (la crisis) sobre el sector asalariado (fuerza laboral masiva) y la masa más desprotegida y mayoritaria de la sociedad (población pobre con limitados recursos de supervivencia).
Por medio de los despidos laborales y la reducción del gasto social (“ajustes”), que incrementan los niveles sociales de precariedad económica y de exclusión masiva del mercado laboral, bancos y empresas mantienen sus tasa de rentabilidad al costo de más desempleo y depresión de la economía real.
Según el Journal, EEUU eliminó 7,2 millones de empleos desde que comenzó la recesión en diciembre de 2007, la mayor contracción desde la Gran Depresión.
Incluso –afirma– si el mercado laboral comenzara a crear empleos con la rapidez que se registró durante el auge de los años 90, cuando se agregaron 2,15 millones de empleos en el sector privado por año, EEUU no recuperaría una tasa de desempleo de 5% hasta fines de 2017.
En este proceso de “sobreexplotación capitalista” (que retrocede las conquistas sociales y sindicales a estadios inferiores) se explica el mantenimiento de la rentabilidad empresarial (ganancias capitalistas) mientras la economía real continúa desplomándose a causa del desempleo y la no reactivación del consumo
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