¿Es verdad que esta tecnología terminará con el hambre en el mundo?, ¿quiénes introdujeron estos cultivos al país?

ES MENTIRA: LA INGENIERÍA GENÉTICA NO TERMINARÁ CON EL HAMBRE EN EL MUNDO[/h3]

La ingeniería genética aplicada a la agricultura no solucionará el hambre en el mundo, como afirman las empresas biotecnológicas. Al contrario: tiene el potencial de generar una mayor dependencia alimentaria. Hoy se produce el 50% más de los alimentos necesarios, según el Programa de Alimentos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Sin embargo, unas 53 millones de personas, sólo en América latina pasan hambre. Ellos forman parte de los 795 millones de seres humanos que se encuentran en distintos estados de desnutrición. La cuarta parte de ellos son niños.

Mientras en los países industrializados mucha gente se muere por exceso de comida (colesterol, etc.), en el Tercer Mundo muchos pasan hambre, o mueren por malnutrición. Monsanto dice que los alimentos transgénicos pueden alimentar al planeta. Lo cierto es que la propaganda de Monsanto se alimenta de numerosos mitos de la agricultura moderna en torno al hambre, la producción de alimentos y la propia agricultura. Desgraciadamente estos mitos han sido y continúan siendo repetidos tan a menudo, que se toman como ciertos.

La leyenda creada no se refiere al hambre sino a la causa principal que la genera. Monsanto nos hace creer que la producción agrícola no está aumentando al mismo ritmo que crece la población. Hasta ahora numerosos estudios y estadísticas refutan esta afirmación. Aunque el hambre en el mundo aumentó desde 1970, también lo ha hecho en la misma proporción la producción alimentaria per capita. En Sudamérica el número de hambrientos aumentó en un 19%, y los suministros per capita en casi un 18%. En el Sur de Asia el hambre y los alimentos per capita han crecido en un 9%. Estas estadísticas y muchas otras indican que el crecimiento demográfico no ha sido, por lo menos actualmente, la razón principal del aumento del hambre desde 1970.

En teoría el volumen total de alimentos disponibles por individuo ha aumentado de manera significativa. El prestigioso biólogo Tewolde Egziabher, el representante de Etiopía ante la Convención sobre Diversidad biológica, indicó: Todavía hay gente hambrienta en Etiopía, pero padecen hambre porque no tienen dinero, no porque no haya comida… rechazamos enérgicamente la manera abusiva con que se emplea nuestra pobreza para influir sobre la opinión pública.

Todavía hay gente hambrienta en Etiopía, pero padecen hambre porque no tienen dinero, no porque no haya comida… rechazamos enérgicamente la manera abusiva con que se emplea nuestra pobreza para influir sobre la opinión pública (Tewolde Egziabher, jefe nacional del departamento ambiental de Etiopía).

LA DEPENDENCIA ALIMENTARIA[/h3]

¿Entonces cuál es la razón principal del hambre en el mundo? Básicamente la dependencia alimentaria. El sistema industrial, desde hace siglos y prácticamente en todas las partes del planeta, ha expulsado a las comunidades indígenas o campesinas de sus tierras apropiándoselas para instalar allí cultivos de exportación. Esto también está sucediendo en la Argentina: cada vez hay más territorios concentrados en menos propietarios.

Como queda reflejado en un reciente informe de Food First: Si no se accede a la tierra donde poder cultivar alimentos y no se puede comprarlos, se pasará hambre aunque la tecnología incremente los rendimentos. Expulsadas de sus tierras, muchas personas emigran a las nuevas ciudades industriales donde rápidamente pasan a formar parte de las clases urbanas empobrecidas que compiten por trabajos mal pagados en los complejos industriales urbanos. Actualmente más de 500 millones de habitantes de zonas rurales de los países en vías de desarrollo no poseen tierra, o por lo menos no la suficiente para autoabastecerse. Así comienza la dependencia alimentaria.

Adquirir alimentos es posible únicamente mediante pago, y si perdieran su poder adquisitivo se verían privados del alimento. Incrementar la producción agrícola no es el remedio para solucionar el hambre, ya que esta está causada fundamental-mente por la imposi-bilidad de acceder a la tierra y/o a mantener el poder adquisitivo. Esto está afectando especialmente a los países en desarrollo, entre ellos a la Argentina, otrora granero del mundo” y actual campo de experimentación”. La estrategia comenzó en 1996 y se convirtió en un gran productor de transgénicos.

Si no se accede a la tierra donde poder cultivar alimentos y no se puede comprarlos, se pasará hambre aunque la tecnología incremente los rendimentos (Informe de Food First). En 1996, luego de una serie de presiones de los funcionarios de la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos, la empresa norteamericana Monsanto logró que el gobierno argentino aprobara para la comercialización masiva en el país una semilla de soja mutante que podía resistir un poderoso herbicida de su propia marca.

LA PRESIÓN DE LA INDUSTRIA BIOTECNOLÓGICA EN LA ARGENTINA[/h3]

En 1996, luego de una serie de presiones de los funcionarios de la Secretaría de Agricultura de los Estados Unidos, la empresa norteamericana Monsanto logró que el gobierno argentino aprobara para la comercialización masiva en el país una semilla de soja mutante que podía resistir un poderoso herbicida de su propia marca.

Ya en 1991 la corporación había liberado estas semillas en la Argentina para experimentación, comenzano así una ambiciosa política de las empresas biotecnológicas por el manejo de los genes en los seres vivos. Así, desde 1996, Mon-santo ofreció este cul-tivo manipulado para que los productores puedan utilizar cantidades superiores de su herbicida sin dañar demasiado al cultivo y de esta manera multiplicar sus ventas. En la Argentina la soja transgénica fue aprobada por resolución de la Secretaría de Agricultura.

Sin embargo, el principal organismo de control sobre la calidad alimentaria del Estado argentino, el SENASA (Sevicio Nacional de Calidad Agroalimentaria) no emitió dictamen y la soja transgénica se aprobó igual. Las advertencias de Greenpeace y de otros expertos en esa época, sobre eventuales efectos adversos en la salud humana y en el ambiente, no fueron tomadas en cuenta y la Argentina inició una carrera desenfrenada por la promoción de esta clase de vegetales, aprobando además de la soja transgénica, dos variedades de maíz resistente a plagas (de las empresas Novartis y Aventis) y una variedad de algodón también resistente a plagas, perteneciente también a Monsanto.

DESINTERÉS GUBERNAMENTAL Y DESINFORMACIÓN[/h3]

En esa época, el gobierno argentino argumentaba que había aprobado la soja y el maíz genéticamente manipulados basándose en las aprobaciones sanitarias y ambientales de las autoridades estadounidenses a esas semillas patentadas por las empresas biotecnológicas en ese país. Sin embargo, documentos recientes revelan que la Food and Drug Administration (Administración de Alimentos y Medicinas) de los Estados Unidos, ignoró las advertencias procedentes de sus propios científicos, acerca de la seguridad en el consumo de estos organismos.

Misteriosamente, hasta el momento, el escándalo que produjo esta revelación en Washington, parece todavía no alertar a las autoridades nacionales. La población jamás fue informada sobre la medida. La sociedad nunca fue llamada a participar si deseaba esta clase de alimentos mutados en sus mesas. Las empresas y las autoridades gubernamentales decidieron la introducción de esos genes sin ningún mecanismo de consulta previa.

Aún hoy, el desconocimiento es generalizado. Y la gente come transgénicos sin saberlo. El cultivo de la soja transgénica creció en la Argentina a niveles tales, que en tan sólo cuatro años acaparó más del 90% de la superficie total cultivada, dejando a Monsanto millonarias ganancias, y a los campos argentinos totalmente dependien-tes de su herbicida… sin contar con la no muy lejana posibilidad de que el país deje de ser el granero del mundo por el temor de los consumidores europeos, quienes se resisten cada vez más a comprar la soja de Monsanto.

Documentos recientes revelan que la Food and Drug Administration (Administración de Alimentos y Medicinas) de los Estados Unidos, ignoró las advertencias procedentes de sus propios científicos, acerca de la seguridad en el consumo de estos organismos. Misteriosamente, hasta el momento, el escándalo que produjo esta revelación, parece todavía no alertar a las autoridades nacionales.

[goodbye]apocalipsis[/goodbye]

 

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