El próximo gobierno de Estados Unidos tendrá que fortalecer los servicios diplomáticos, diezmados por el abultado presupuesto insumido por el Pentágono en los últimos años, una cifra jamás vista desde la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), según ex altos funcionarios de este país.
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Por Jim Lobe – IPS
El documento divulgado esta semana fue elaborado por el Centro Henry L. Stimson y la American Academy of Diplomacy (AAD), que reúne a ex altos diplomáticos estadounidense.
El estudio recomienda contratar a cerca de 50 por ciento más de funcionarios y especialistas en asistencia y desarrollo para los servicios diplomáticos en los próximos cinco años.
El costo de la propuesta asciende a unos 3.000 millones de dólares, o lo que el Pentágono, sede de Departamento (ministerio) de Defensa, gasta, aproximadamente, en las operaciones militares de Iraq en 10 días, según estimaciones actuales.
”Desde la caída del muro de Berlín en 1989, la capacidad diplomática de Estados Unidos fue diezmada”, según el estudio ”Presupuesto para Asuntos Exteriores para el Futuro”, de 26 páginas, divulgado esta semana.
”El estatus quo no puede seguir sin graves perjuicios para nuestros intereses”, añade.
El vacío creado por la falta de recursos diplomáticos, en especial en comparación con el presupuesto y el personal que tiene el Pentágono se tradujo en una militarización de la política exterior de Estados Unidos, advierte el informe.
”En la actualidad, hay tareas significativas de asuntos exteriores que sencillamente no se cumplen”, remarca. ”El trabajo pasa, por defecto, a la órbita militar que tiene el personal y los fondos necesarios, pero no el conocimiento ni la experiencia suficientes. La ‘militarización’ de la diplomacia existe y se acelera”.
El informe insta al Departamento de Estado (cancillería) a hacerse cargo de unos 800 millones de dólares que el Departamento de Defensa destina cada año a varios programas de asistencia a la seguridad, incluida ayuda humanitaria, creados tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York y Washington para continuar con la “guerra contra el terrorismo”, lanzada por el gobierno de George W. Bush, que será reemplazado en enero próximo.
”Pensamos que el Departamento de Estado tiene y debe seguir teniendo la responsabilidad de velar por que la asistencia extranjera y la seguridad se ajuste a la política exterior del país, que, además, debe definir y decidir qué países deben beneficiarse de la ayuda y qué presupuesto debe tener”, señala el informe.
”El desborde de responsabilidad del Departamento de Defensa hacia los programas de asistencia a la seguridad puede empeorar la capacidad de las agencias civiles para planificar y conducir la política y la asistencia exterior”, advierte.
“También es preocupante que esos programas vayan a chocar con los intereses más generales estratégicos y de política exterior”.
”Además, esos objetivos adicionales no son competencia del ejército, lo que puede distraerlo de sus tareas militares más específicas”, añade.
”Por último, es importante que Estados Unidos se asegure de que su participación y presencia internacional fuera de la órbita militar queden a cargo, principalmente, de dependencias civiles, no del ejército”, concluye.
El análisis coincide con el que hacen numerosas organizaciones no gubernamentales y especialistas en política exterior respecto de que el Pentágono, simplemente por su abultado presupuesto y enorme dispersión mundial, con cerca de 800 bases de ultramar, tiene un papel demasiado preponderante en decisiones meramente políticas.
Incluso, el secretario (ministro) de Defensa, Robert Gates, además ex funcionario de inteligencia, protestó por el desequilibrio entre los recursos destinados al ejército y a los servicios diplomáticos.
”La financiación de programas no militares de asuntos exteriores sigue siendo desproporcionadamente pequeña en comparación con lo que gastamos en el ejército”, declaró en un polémico discurso de noviembre de 2007. ”Para mí es claro que debe aumentarse en forma drástica lo que se gasta en instrumentos civiles destinados a la seguridad nacional”.
”Nuestros altos funcionarios diplomáticos, ya sea del cuerpo de embajadores o del séptimo piso del Departamento de Estado, deben contar con los recursos y el respaldo político necesario para cumplir con la responsabilidad de liderar la política exterior estadounidense, que le encomienda la ley”, declaró Gates en julio.
Pero la postura de Gates no ha logrado modificar la ecuación en el Congreso legislativo, que desde hace ocho años aprueba y hasta aumenta los montos solicitados por el gobierno de Bush para el Pentágono.
En cambio analiza con gran escepticismo los pedidos del Departamento de Estado, que carece, comparativamente, de representación geográfica, comercial o demográfica.
El Departamento de Defensa tiene previsto recibir bastante más de 527.000 millones de dólares en 2009, sin contar unos 15.000 millones al mes para las operaciones militares en Afganistán e Iraq, es decir 13 veces más que el presupuesto del Departamento de Estado, de menos de 40.000 millones de dólares.
Además y pese a su opinión, Gates pidió, sin éxito por el momento, que se destine más dinero a las nuevas cuentas discrecionales que tiene el Pentágono para sus aliados en la guerra contra el terrorismo. Para consternación de la mayoría de los funcionarios de la cancillería, el pedido contó con el apoyo de la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, a principios de este año en sesiones del Congreso.
La semana pasada, el Pentágono divulgó nuevas estimaciones del gasto militar para los próximos cinco años, con 450.000 millones de dólares más de lo que había anunciado, según una publicación trimestral del Congreso. Prevé un aumento de casi 10 por ciento para 2010.
Comparado con esa suma, la recomendación de AAD-Stimson de aumentar el presupuesto previsto para el Departamento de Estado en unos 3.300 millones de dólares en los próximos cinco años parece, por cierto, mezquina.
La cancillería tiene carencias virtualmente en todas sus dependencias, desde la actividad consular hasta la asistencia al desarrollo, según el informe elaborado por 14 ex funcionarios apoyados por una consultora presidida por el ex representante de Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Thomas Pickering.
Los fondos del Departamento de Estado comenzaron a disminuir a partir del fin de la Guerra Fría, cuando el presupuesto para asuntos internacionales se redujo alrededor de 30 por ciento en términos reales, según el informe.
El ex secretario de Estad Colin Powell logró crear cerca de 1.000 puestos de trabajo más en la cancillería entre 2001 y 2004, pero fueron rápidamente absorbidos por los requisitos diplomáticos de las guerras de Afganistán e Iraq, dejando descubiertas otras áreas claves.
El informe de AAD-Stimson pide que el personal de cancillería aumente de los 1.000 funcionarios que tiene ahora a 15.000 para 2014
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