Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los
malvados,
ni va por el camino de los
pecadores,
ni hace causa comun con los que
se burlan de Dios,
si no que pone su amor en la ley
del Señor
y en ella medita noche y dia.
Ese hombre es como un arbol
plantado a la orilla de un rio,
que da su fruto a su tiempo
y jamas se marchitan sus hojas.
¡Todo lo que hace, le sale bien !
Con los malvados no pasa lo
mismo,
pues son como paja que se lleva
el viento.
Por eso los malvados no tienen
parte en el juicio;
no tienen parte los pecadores en
la comunidad de los justos.
El Señor cuida el camino de los
justos,
pero el camino de los malos lleva
al desastre.