La fabricación de la guerra contra Irak

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De 1998 a 2003, bajo la dirección del vicepresidente de los EEUU Dick Cheney, un reducido grupo crea un aparato secreto para organizar la manipulación sobre las «armas de destrucción masiva» iraquíes. Sus miembros se infiltran en los centros especializados del Departamento de Estado, del Consejo de Seguridad Nacional y del Pentágono y se apoderan progresivamente del control de estos. El grupo fabrica informaciones ficticias y recluta testigos falsos que lleva a los medios de difusión. La Red Voltaire revela los detalles de esta manipulación del aparato estatal norteamericano y revela los nombres de los responsables.

Después de las declaraciones de David Kay, ex-jefe del grupo de inspección en Irak, según las cuales Irak no disponía de «armas de destrucción masiva», George Tenet, director de la CIA, asumió la defensa de su agencia.

El señor Tenet, que no había tomado la palabra en público desde el 23 de mayo de 2003, lanzó su ofensiva el 5 de febrero de 2004, durante su conferencia anual en Georgetown. Esta prestigiosa universidad de Washington DC, fundada por los jesuitas, ha dado numerosos cuadros a la CIA. El propio Tenet estudió en ella. Los vínculos actuales entre los jesuitas estadounidenses y la CIA pasan por el cardenal Avery Dulles, sobrino del fundador de la CIA.

George Tenet reconoció que sus oyentes tenían «derecho a saber» en qué había parado el asunto de las armas iraquíes de destrucción masiva pero que necesitarían «tiempo y paciencia» y terminó diciendo, en definitiva, que «cuando todos los hechos se hayan compilado, se verá que ni estábamos completamente equivocados ni teníamos toda la razón». Los estudiantes aplaudieron calurosamente esa defensa pro domo pero uno no puede menos que preguntarse de qué sirve una agencia de inteligencia que se contenta con informaciones inexactas.

No se esperaba menos de Tenet, quien tiene la reputación de «tapar» a sus subordinados cuando se ataca a la agencia. Lo que se le reprocha, sin embargo, no es tanto haberse equivocado como haber permitido que el Pentágono destilara informaciones falsas. La CIA y el Departamento de Estado se mantuvieron siempre en una posición evasiva en lo tocante a las armas iraquíes, mientras que el Departamento de Defensa había creado una comisión ad hoc que dio origen al engaño.

En realidad, Tenet está atrapado en su propio juego. A lo largo de la crisis sus servicios produjeron múltiples informes previniendo sobre las exageraciones del Departamento de Defensa, pero, para salvar su propio presupuesto, acabó aceptando publicar un documento de conveniencia que daba crédito a lo que él sabía que era falso. Vamos a contar aquí cómo lograron los políticos meter en cintura a los servicios de inteligencia y obligarlos a aceptar el discurso que ellos querían.

La organización del sistema de intoxicación

Hay que recordar, en primer lugar, que la decisión de atacar Irak no fue tomada en 2002 sino el 29 de septiembre de 1998 cuando el Congreso de Estados Unidos votó la ley sobre la liberación de Irak como resultado de una campaña del Proyecto por un Nuevo Siglo Norteamericano (PNAC), que no es otra cosa que el think tank [Centro de investigación, de propaganda y divulgación de ideas, generalmente de carácter político. Nota del Traductor] electoral de George W. Bush. Se trataba, entonces, de derrocar a Saddam Hussein, no de desarmarlo.

El presidente Clinton se había negado a aplicar esa decisión del Congreso. Pero, desde su nominación como candidato, e incluso antes de su llegada a la Casa Blanca, el presidente Bush planificó su aplicación. En efecto, durante el traspaso de poderes en el Pentágono, el 9 de enero de 2001, Bush interrumpió a los generales que le presentaban sus balances de trabajo para preguntarles qué planes habían preparado para atacar Irak.

George W. Bush vaciló en explotar los atentados del 11 de septiembre en función de la invasión de Irak, pero se decidió en definitiva a aprovecharlos para atacar Afganistán. Ante la opinión pública interna, el régimen de Bush tenía que encontrar una forma de presentar esa expedición colonial como una respuesta en legítima defensa. Era necesario, por consiguiente, un pretexto para la guerra.

La operación de intoxicación se llevó a cabo por encargo directo de la Casa Blanca y el Pentágono. Fue dirigida directamente por Lewis «Scotter» Libby, jefe de gabinete del vicepresidente, y por Douglas J. Feiht, subsecretario de Defensa encargado de la planificación política, por cuenta de Dick Cheney y Ronald Rumsfeld.

Abogado internacional, Libby se dio a conocer defendiendo personalidades judías de la mafia como Marc Rich. Premiado por la Organización Sionista norteamericana, Douglas J. Feith también es abogado internacional. Su socio en el gabinete Feith & Zell es el vocero de una organización de colonos israelíes. El propio Feith fue consejero del primer ministro Benjamin Netanyahu y milita a favor de la anexión de la totalidad de los territorios palestinos por Israel y la deportación de los habitantes de Gaza y Cisjordania a Irak.

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La operación fue confiada inicialmente a Harold Rhode, de origen lituano y especialista en la solución final, quien presidió la Sociedad Judía de Genealogía del Gran Washington. Rhode es también un eminente especialista del Medio Oriente. Habla árabe, farsi, hebreo y turco. Trabaja en el Buró de Evaluaciones del Pentágono, un grupo burocrático encargado de evaluar la validez de los programas en aplicación. Andrew Marshall dirige ese grupo desde su creación, en 1973. exasperado ante el anticomunismo primitivo y pasado de moda de Marshall, Bill Clinton había tratado en vano de cerrar este buró.

Con el pretexto de una evaluación, Rhode y Marshall comenzaron a purgar los servicios del Pentágono que debían ocuparse de Irak, en primer lugar la Sección de Asuntos del Medio Oriente y el Sur de Asia, bajo la dirección de William Luti.

A finales de 2001, Harold Rhode empieza a reclutar nuevos colaboradores. Para hacerlo con la mayor discreción, las entrevistas ni siquiera se desarrollaron en las oficinas del Pentágono sino en las del American Enterprise Institute. Algunas se hicieron en presencia de Richard Perle. Todos los candidatos seleccionados fueron sometidos a la aprobación de Douglas J. Feith.

Uno de los primeros reclutados de peso fue David Wurmser, quien trabajaba en el American Enterprise Institute, para el cual publicó en marzo de 1999 El aliado de la tiranía: el fracaco de América en vencer a Saddam Hussein, con prefacio de Richard Perle. Se trata además de uno de los siete autores del estudio místico-político intitulado Una ruptura clara: nueva estrategia para la seguridad del reino de Israel, que inspiró la política de Benjamin Netanyahu. Entre los demás firmantes de la obra están Richard Perle y Douglas J. Feith, así como su esposa Meyrav Wurmser. Esta última es una de las responsables del MEMRI, agencia de presa conducida por oficiales de Tsahal (el ejécito esraelí).

La segunda recluta fue F. Michael Maloof, un maronita libanés que había sido asistente de Perle en el Pentágono en los años 80.

Una veintena de persona fue reclutada así en poco tiempo. A principios de 2002, Feith creó en el Pentágono un Buró de Planes Especiales al que se incorporó todo ese personal, bajo la dirección de Abram N. Shulsky, un veterano en operaciones psicológicas y especialista universitario en el filósofo predilecto de los neoconservadores, Leo Strauss.

Shulsky comenzó su carrera como asistente del senador Daniel P. Moynihan en la Comisión de Inteligencia del Senado. Trabajaba en aquella época con Gary Schmitt (actual director del Proyecto para un Nuevo Siglo Norteamericano) con quien trabó amistad. Juntos publicaron, en 1991, La guerra silenciosa: comprender el mundo de la inteligencia. Shulsky trabajó después en un think tank anticomunista, el National Strategy Information Center, bajo la dirección de Prescott Bush Jr. Finalmente redactó varios estudios para la Rand Corporation en la época en que Donald Rumsfeld y Condoleezza Rice eran sus administradores, específicamente un informe sobre el remodelaje de Asia central que firmó junto a Zalmay Khalilzad, actual representante especial de George W. Bush para Afganistán e Irak.

Para acreditar sus informaciones falsas, el Buró de Planes Especiales utilizó testigos que habían visto las «armas de destrucción masiva» y conocían sus escondites. Estos testigos fueron reclutados entre los exilados iraquíes por el coronel William Bruner con ayuda del Congreso Nacional Iraquí de Ahmed Chalabi.

El Congreso Nacional Iraquí es una organización títere creada por el gabinete de relaciones públicas Rendon Group por encargo de la CIA y el Pentágono. Después de la caída de Bagdad, el Congreso Nacional Iraquí habría podido jugar el papel de gobierno iraquí provisional si los franceses y los rusos no hubieran expresado su oposición. Su presidente, Ahmed Chalabi, ha sido descrito a menudo como un estafador internacional después de la quiebra del banco Petra que dirigía en Jordania. Muy pocos saben que Chalabi fue escogido por Richard Perle, quien lo conocía por medio de su suegro, Albert Wohlstetter, el teórico de la bomba norteamericana. En aquella época, Chalabi estudiaba matemáticas en Chicago. Actualmente lo apadrina James Woolsey, ex-director de la CIA.

Por ejemplo, fue por esa vía que se reclutó a Hussain al-Shahristani cuyas seudo revelaciones alimentaron los informes del Foreign Office británico y varias espectaculares conferencias de prensa.

La neutralización de la oposición

Sin embargo, las «informaciones» que recogió el Buró de Planes Especiales del Pentágono fueron desmentidas punto por punto por el Buró de Asuntos del Medio Oriente y el Sur de Asia del Departamento de Estado. Pero Dick Cheney, que había previsto el surgimiento de este contra-informe, tenía previsto también cómo neutralizarlo. Cheney había obligado a Colin Powell a incluir a su propia hija, Elisabeth Cheney, en el seno de su dirección. Esta última expulsó a los funcionarios rebeldes, entre ellos a Greg Thielmann.

El mismo problema habría podido aparecer en el Consejo Nacional de Seguridad. Previsor, Dick Cheney había incluido en él, en junio de 2001, a su amigo Elliot Abrams para que se ocupara de los asuntos del Medio Oriente. Abrams empezó su carrera como colaborador del senador demócrata Henry «Scoop» Jackson, junto a Richard Perle. Después trabajó para el senador demócrata Daniel P. Moynihan junto a Abram N. Shulsky y Gary Schmitt.

Durante las administraciones de Nixon y Reagan, supervisó los escuadrones de la muerte en América Central y participó activamente en el Irangate. Fundamentalista judío, creó el Centro para la Ética y la Política Pública donde estudió y denunció la influencia del materialismo estadounidense sobre la sociedad israelí. Es también uno de los mayores adversarios de los Acuerdos de Oslo.

Finalmente, para garantizar el éxito de la operación, Dick Cheney tenía que neutralizar también las posibles iniciativas de paz de Saddam Hussein. El Buró de Planes Especiales organizó una compleja operación para hacer esperar al presidente iraquí y que este creyera, durante el mayor tiempo posible, que sería posible alcanzar una solución pacífica a la crisis. Era absolutamente necesario impedir que Saddam Hussein aceptara plenamente las demandas de los expertos de la ONU.

El miembro libanés del Buró, Michael Maloof, se puso en contacto con los iraquíes y Richard Perle dirigió negociaciones secretas en Londres. El procedimiento utilizado fue exactamente el mismo que en 1991, cuando Bush padre recurrió a François Mitterrand (ex presidente francés) para hacer esperar a Saddam Hussein enviándole dos emisarios franceses, Marc Bourreau d’Argonne y Edgard Pisani.

En definitiva, toda la operación fue conducida por Dick Cheney gracias a un pequeño equipo de fieles colaboradores. Cheney no vaciló en implicar a su esposa Lyne -quien monitoreó las actividades del American Enterprise Institute- y a su propia hija Elizabeth -quien impidió la interferencia de Colin Powell en el Departamento de Estado.

Casi todos los cuadros de la operación fueron reclutados en los medios sionistas más extremistas con la promesa de acabar con Irak y de enviar allí a los palestinos algún día. La mayoría son miembros del Centro para la Política de Seguridad y habían publicado juntos una carta abierta al presidente Clinton, en 1998, pidiendo un ataque contra Irak.

Por Thierry Meyssan

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