El periodismo, el bueno, debe ser sin tapujos. Sin componendas. Decir lo que se debe y como se debe decir. Donde sea, a quien sea y a cualquier hora. Tranquilamente, porque el que nada debe…
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Por Carlos H. Bruch Cornejo
En un inicio, terminada la guerra, los medios de comunicación salvadoreños parecían que iban bien enrrumbados en el cambio que prometía mejorarnos como Nación.
Ahora, en su mayoría están envueltos en una crisis de credibilidad, como lo demostraba en su columna de opinión el periodista Iván Montecinos.
El 15 de marzo sucedió algo más aparte de que el pueblo salvadoreño cansado de engaños tomara las riendas y sacara del poder a los autores del descalabro social de los últimos veinte años.
Ese día también se dejó de creer de una vez por todas en quienes han venido paulatinamente jugando con la inteligencia de su público.
Ese día se le dio vuelta a la última página de diarios impresos con tinta tricolor.
Se cambiaron los canales que sirvieron de catapultas a falsos líderes y se les bajó el volumen al máximo a las radios que transmitían la marcha de sangre y muerte que tanto éxtasis causa en los seguidores del mayor escuadronero.
En los dorados años de gobiernos areneros -esos en los que su inventada democracia no era más que fachada para acomodos que transformaron la nuestra en una sociedad de corrupción galopante- las empresas de información salvadoreñas también sucumbieron al billete gordo y fácil de quienes se sentían a disgusto con un periodismo agudo, que les señalaba.
Y que aventaron sus censura-dólares de lo lindo. Disfrazándolos de publicidad gubernamental.
El millonario sonsonete del gobierno con sentido humano, por citar un ejemplo de los más recientes, quedará como una de las pantomimas más caras e ineficientes de nuestra historia.
Ahora ese terreno les ha cambiado a todos los diarios (tres en realidad), canales de televisión (tres también, telecorporados) y estaciones de radio en frecuencia única, la del Coena.
No saben qué hacer. Están asustados, lo que es peligroso. El dicho reza que hay que tener cuidado con dejar un chimpacé suelto con una navaja.
No han sabido sustentar el buen oficio ni el juego bonito en el arte de informar y los dueños de esos medios sufren de endiosamiento rampante.
Se les viene encima ?bueno a todos se nos viene, a lectores, audiencia, opinión pública ciudadana y gobierno- la pesadilla de toritos estocados dando sus últimas patadas de ahogado.
El nuevo gobierno ojalá que cuide mediante el buen ataque como defensa el periodismo que predominará en El Salvador desde el 1 de junio y que se pondrá la falsa máscara de periodismo de oposición.
Será un periodismo de desesperación.
El que se hace cuando se informa bajo miedo, confundiendo al ciudadano. Y que equivoca la forma y la ocasión, como dice García Márquez.
De frustración. Veremos matutinos chorreando rencores. Más inventos sacados de la manga y de la fantasía de editores-títeres pagados para soplar los vientos de sus tiranitos jefes.
De negación. Dirán que nada de lo propuesto por el nuevo presidente y su gobierno servirá. Así como por tanto tiempo nos retaquearon los sentidos exhibiendo falsas habilidades y destrezas de los mandatarios de las dos décadas falaces.
De obstinación. Habrán conferencias, declaraciones, columnistas (plumas con precio, baratos por cierto), simposios, foros, mesas redondas, ovaladas y cuadradas; pronunciamientos de “medios unidos” ?ahora unidos en su testarudez y berrinche- para seguir inventando fantasmas. Y creando historias que tapizaran las portadas con titulares inflados a gran tamaño.
Pero que no dejará de ser más de lo mismo: cuentos cocinados en una cocina cada vez más imprecisa.
De represión. Lo que ya se comenzó a ver. Periodistas han volado de sus puestos en días recientes porque seguramente se les ha tildado de comunistas. “O te alineás o diremos que te quedaste sin trabajo por la crisis”.
Periodismo de difamación e invención. Todos y cada uno de los miembros del nuevo gobierno pasarán a ser penquiadores de esposas o clones del monstruo de Amstetten, cuanto menos. A más de alguno se le descubrirá que fue el que le instalaba los softwares a las milagrosas computadoras de las Farc y no de gratis sino que a cambio de millonarios narcodólares. O que fue uno de esos tenebrosos comensales de la truculenta mesa de comunistas que fagocitaron niños durante la guerra. ¡Qué gran ingenio novelesco que tienen algunos periodistas!
Seguramente tendremos fotos detalladas y bien enfocaditas de algún ministro o hasta del nuevo presidente colocando la mismísima dinamita bajo el puente de Oro, allá en los ochentas. El photoshop es potente, ¡muy potente!
De deformación. Todo anuncio, acción, resolución o propuesta del gobierno entrante va a ser puesta al revés, confundida y presentada como algo sin sentido, escuálido y muy pero muy chavista-castrista-evista-correista. (Me sigo preguntando si fueron esos mandatarios los artífices de la crisis económica capitalista actual?)
Y por último, el periodismo de ocasión. Ese que servirá de lanza vengativa como ya lo hemos venido observando ?sin mucha gloria, por cierto- en personajes como Marvin Galeas, Joaquín Villalobos y Paolo Lueres, que algún su pleito de viejas se traen con el FMLN desde que finalizó la guerra.
[goodbye]apocalipsis[/goodbye]