Por qué echaron a Zelaya de la silla presidencial en Honduras

Como sucede en todos los procesos (siempre totalizados e interactivos) del capitalismo transnacional, el golpe hondureño tiene varias lecturas simultáneas, que rozan como siempre planos económicos, políticos, militares y sociales de la trama de la dominación imperial en América Latina. Pero en ese jeroglífico, hay un razón de fondo, un hilo conductor central, que explica el porqué del derrocamiento de Zelaya en Honduras.

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Por Manuel Freytas

Desde el punto de vista geopolítico y militar estratégico, hay una razón central que explica el objetivo del golpe.

Honduras es, para EEUU, un enclave estratégico de primer orden para el control militar regional, que la gerencia de Zelaya “inestabilizaba” permanentemente con su acercamiento al ALBA de Chávez, cuyos presidentes abogan constantemente por el levantamiento de las bases militares de EEUU en la región.

En ese sentido, la trama central del golpe hondureño estuvo orientada a preservar (sin complicaciones) una pieza clave del control militar regional (Honduras) que le sirve a Washington para mantener sus pies y su poder armado sobre las reservas de petróleo, agua y biodiversidad de América Latina.

En esa orientación, el golpe también sirvió como ejemplo para otros gobiernos que intenten en el futuro “sacar los pies del plato” del eje de “satelización militar” impuesto desde el Comando Sur de EEUU.

Ese, sin ninguna duda fue la causa principal del golpe del Pentágono en Honduras, ya que, desde el punto de vista económico, la gerencia de Zelaya no comprometía para nada la continuidad de la línea de depredación capitalista de los bancos y las corporaciones empresariales que actúan en Honduras.

Honduras, una virtual base terrestre del Pentágono en Centroamérica, resulta clave para el trazado militar del control sobre los recursos estratégicos (léase petróleo, minerales, biodiversidad y agua) que le aseguran a EEUU su supervivencia futura como potencia dominante en un planeta donde esos recursos se acaban.

Honduras, resulta esencial para el desarrollo operativo de la guerra contra el “terrorismo”, el “narcotráfico” y el “crimen organizado”, que legitiman y justifican el despliegue del dispositivo militar regional que EEUU utiliza para mantener bajo su dominio las áreas de los recursos estratégicos desde Centroamérica hasta el Cono Sur.

O sea que, el control militar imperial USA se hace inexplicable y carece de sentido si no se identifica el objetivo económico que conlleva (para qué se hace el control militar).

Zelaya, con sus constante prédicas “antimilitaristas”, con su adhesión a las banderas “anti-EEUU” del ALBA de Chávez (aunque solo esgrimidas como demagogia política), complicaba y desestabilizaba la presencia directa del Pentágono en Honduras.

Decisiones futuras, como un pedido de retiro militar de EEUU en Honduras, podrían generarle a Washington algo más que un dolor de cabeza y precipitarle a tomar decisiones mucho más drásticas que la ejecución de un golpe militar institucional que hasta ahora solo ha causado dos muertos y resulta controlable y manejable.

Si bien, desde el punto de vista económico, el eje “chavista” no altera las líneas del control que los bancos y corporaciones capitalistas imperiales ejercen sobre los sistemas económico-productivos, los sistemas financieros y el comercio exterior de América Latina, su discurso político institucional “anti-EEUU” impacta negativamente en la estrategia del control militar de Washington en la región.

El discurso político y mediático “chavista” (imitado por todos los presidentes “izquierdistas”) pivotea constantemente sobre la “presencia militar” de EEUU en la región que Washington intenta que pase lo más “desapercibida” posible mientras simula respetar el “orden constitucional” y la “soberanía” de los países.

Precisamente, esa es la base funcional del dominio de EEUU con el “sistema democrático” en América Latina: Respetar formalmente el funcionamiento de “gobiernos democráticos y soberanos”, y controlarlos efectivamente por medio del poder económico y militar.

En ese escenario, y curiosamente, el mayor perjuicio que causa Chávez a EEUU no es económico, sino político militar.

Así como Chávez y el bloque de presidentes “izquierdistas” mantienen intactas las estructuras del sistema capitalista en sus respectivos países, sus operaciones políticas y decisiones institucionales promueven adhesiones y nuevas “rebeliones” en el conjunto de las gerencias políticas de Washington en la región.

En ese juego, tras el derrocamiento de Zelaya, Washington debió resignarse a que la OEA (su “Ministerio de Colonias”) sirviera de herramienta institucional a los “chavistas” para su intento fracasado de reinstalar a Zelaya en Honduras.

Para mantener la fachada del dominio con el “sistema democrático” Washington (que controla militarmente a América Latina por aire, por mar y por tierra) debe respetar formalmente las decisiones “autónomas” de los gobiernos de la región.

Por ejemplo, ante la decisión del gobierno de Rafael Correa de romper sus acuerdos militares y de retirar de Ecuador la base militar de EEUU, Washington (que en otros tiempos hubiera derrocado a Correa con un golpe militar) debe “respetar la decisión democrática” y retirar sus enclaves armados de ese país.

O sea que, dentro de la estrategia de control con el poder blando de la “democracia”, el principal Talón de Aquiles de Washington se encuentra en la imposibilidad de reprimir abiertamente los movimientos desestabilizadores contra su aparato de dominación militar.

En esa orientación, el derrocamiento de Zelaya por un golpe de Estado, además de preservar un enclave militar estratégico clave, actúa como advertencia para otras administraciones regionales que intenten salirse de la órbita de las decisiones políticas y militares de Washington.

Los republicanos -según The Washington Post- plantearon en el Congreso que, si se toleraba que Zelaya impulsara un pedido de levantamiento del enclave militar USA en Honduras, se hubiera sentado un peligroso precedente para que otros gobiernos hicieran lo mismo con las bases militares desplegadas desde América Central hasta el Cono Sur.

Pero hay otro agregado: El golpe militar institucional en Honduras sienta el primer precedente de la “democracia blindada” en América Latina.

Nuevo ensayo experimental de dominio[/h3]

En cuando a las características del derrocamiento de Zelaya, en Honduras no hubo un golpe militar tradicional donde los militares ocupan los espacios administrativos que antes ocupaban los políticos dentro del orden institucional.

Los militares hondureños no ejecutaron un golpe castrense para asumir todo el poder, no crearon una junta de comandantes para manejar el país, sino que tomaron el control de las calles obedeciendo ordenes del poder civil golpista.

Puede decirse en todo caso que los militares no se apoderaron del poder, sino que se convirtieron en guardianes armados del golpe constitucional que derrocó a a Zelaya.

Este detalle es fundamental para entender las nuevas señales que se emitieron en Honduras.

El derrocamiento de Zelaya implica un nuevo experimento en América Latina conformado por la conjunción del poder civil y del poder militar para cambiar a un presidente, sin romper el orden constitucional.

Se trata de lo que las usinas del poder norteamericano definen como “democracia blindada” en América Latina, donde las fuerzas armadas adquieren un nuevo rol represivo obedeciendo órdenes del poder político.

Los think tank o tanques de pensamiento norteamericanos estudian desde hace mucho tiempo alternativas de “gobernabilidad” (control político y social) proyectadas para futuros escenarios de crisis en el marco de la debacle económica global.

Las consideraciones se basamentan en la neutralización de un posible “efecto dominó” regional de las huelgas y conflictos sociales que comenzarán a desarrollarse como consecuencia de la recesión económica y los conflictos laborales.

En ese escenario se plantea un cuadro creciente de “perdida de gobernabilidad” de los gobiernos y un requerimiento del uso de la fuerza militar para evitar el desmadre de los conflictos y neutralizar posibles “focos subversivos” que se monten en los mismos, según los sostenedores de la estrategia de control político y social con la “democracia blindada”

En relación con la antigua doctrina predominante de los golpes de Estado militar (la “doctrina de seguridad nacional”), la “democracia blindada” es una instancia perfeccionada y corregida de control militar sin romper el orden constitucional.

Dicho de otra manera, en situaciones de crisis (como la que se proyecta con la recesión económica) la democracia se “blinda” (utiliza el poder militar represivo) manteniendo toda la fachada de la “gobernabilidad” constitucional y preservando la vigencia del orden que se basa en las “libertades públicas” y el sistema electivo democrático.

Lo que está sucediendo en Honduras, al margen de la estrategia y del objetivo central del golpe contra Zelaya, es un modelo experimental de “democracia blindada” ensayada en el ámbito latinoamericano.

La “democracia blindada”, como señalan los expertos, es una síntesis gerencial político militar conjugada dentro de una nueva estrategia de control político y social orientado a preservar el sistema de dominio imperial capitalista en América Latina.

[goodbye]apocalipsis[/goodbye]

 

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