¿Por Que la Mujer Exitosa de Hoy es una LOSER Total en el Amor?

Hoy me voy a pasear por algunas reflexiones que no persiguen definir totalmente el corazón de la mujer de éxito latinoamericana, sino aproximarnos a sus angustias, nostalgias y melancolías, sin por ello inferir que las hemos abarcado a todas como mujeres y a todo su padecer.

En primer lugar…

¿Qué entiendo como “mujer de éxito en Latinoamérica”?[/h3]

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Es la mujer de carácter; la que resuelve; como decimos cotidianamente: no se le muere el muchacho en la barriga; la que ante la adversidad echa palante; nuestra Doña Bárbara, con necesidad de reconocimiento de la tribuna, que ansía el aplauso de la galería.

Pasemos a fijar algunas generalidades acerca de nuestro prototipo femenino criollo.

1 – Seguramente obtuvo un título universitario, con alguna extensión adicional en sus estudios; tal vez algún postgrado dentro o fuera del país

2 – Maneja algún idioma adicional a su lengua natal

3 – Cuenta con algún atributo físico y además sabe como presentarse bien arreglada. Recuerden que estamos en la tierra de las misses, la tierra de la mujer bella.

Ella como buena representante de la aquilatada belleza latina, sabe cómo arreglarse, está al corriente de la moda y de las marcas, hasta de los modismos al momento de hablar.

Lo más seguro es que después de casarse, su matrimonio difícilmente supere los tres (3) años. Llega el divorcio sin hijos o con un sólo hijo. Es económicamente estable; bien sea, por sus logros empresariales o laborales como profesional; bien sea, porque su familia le da cobijo en su estructura comercial negocios.

Nuestra mujer de éxito está desconcertada por el abismo que siente en su corazón, se impresiona porque sabe cómo conseguirlo todo, pero no abraza lo fundamental…¡el amor!

Veamos por qué le es tan difícil en nuestra época a la mujer de éxito, abrazar un amor sentido en el alma, que nazca de los huesos, se anide en su corazón, desborde de pasión, exalte su vida y bañe a su voluntad con el elixir de la jovialidad.

Nuestras jóvenes para su dicha o su desgracia nacieron en la tierra donde un concurso de belleza, equivale a la elección del Presidente de la República. Latinoamérica es una región exportadora de misses, esta característica de nuestra idiosincrasia se filtra hasta nuestra mujer de carácter, quien seguramente por la exótica mezcla racial en estas latitudes, vendrá al mundo dotada con alguna gracia, algún atributo físico que la catalogue como una mujer atractiva: bien sea bonito cuerpo, bellos ojos, buen cabello, manos graciosas, etc.

Cuando reunimos el elemento de nuestra idiosincrasia de región de mujeres bellas, con algún atributo físico remarcable, en una joven que cuenta con un recio carácter en su voluntad, surge inequívocamente la primera ingenuidad de nuestra muchacha.

Su primer espejismo es suponer que el atributo conferido espontáneamente por la naturaleza (nalgas, ojos, senos, cabello, piernas, piel, etc.) le proporcionará automáticamente el pasaporte hacia el matrimonio y la felicidad (observen que no hablé de amor sino de matrimonio y felicidad), entendidos como la conformación de una pareja para formar una familia.

Como lo dijimos, la configuración de la idiosincrasia, el singular atractivo físico y la fuerza de carácter, constituyen una mezcla para alimentar en nuestra joven un exceso de orgullo. Una suerte de actitud de merecérselo todo en la vida, una prepotencia infantil que marca el trato con los demás en estos años juveniles.

Ahora vayamos a su esposo, quien no puede tratarse de cualquier hombre, tiene que ser un caballerito que visto por la sociedad sea aceptado por los estándares generales, como podemos sospechar estamos ante una fórmula ajena a la verdadera esencia de los seres que están por vincularse en una unión tan trascendental.

Aquí nace un grave problema, la mujer de éxito inicia su vida amorosa con una necesidad de captura o cacería. Pero en el amor no se necesita, en el amor se comparte, el amor es una sobreabundancia no una carencia. Cuando una relación parte de la necesidad ineludiblemente termina en la falsedad, en la falsificación de la unión y en el más estrepitoso fracaso.

Muy seguramente la cacería cobre resultados y antes de su tercera relación estable y sexualmente activa, la joven mujer de éxito dotada de un carácter regio, se viste de blanco y cumple con el rito matrimonial.

¿Qué mujer de éxito antes de los veintiséis años de edad sabe quién es?

Respuesta: Ninguna.

La explicación es muy sencilla. La joven mujer de éxito en su preparación se formó e hizo lo que le indicaron que debía hacer, se doblegó a todo para conseguir la meta que la sociedad le propuso como garantía del afecto y amor de los demás, complacía a todos menos a ella misma, que a fin de cuentas es la que no se siente plena y dichosa. Dentro de este programa calculado de complacencia a todos, entró su esposo, quien siempre fue bien visto por la lupa social, y ésta fue la justificación primordial del enlace.

Pero como decía el bonachón de Balzac, la mujer se sigue amando a sí misma a través de su pareja. Este matrimonio no es la entrega abnegada a un amor, sino la mezquindad realizada en la acción de alzar un trofeo ante la sociedad. Y nuestra joven mujer de éxito sucumbe a este garrafal error animada por aquel orgullo pomposo del que les hablé, por la prepotencia de creerse joven, deseada, hermosa y capaz, en fin, merecedora sin esfuerzo alguno de las mieles de la vida.

Esta servidumbre que emprendió nuestra joven de carácter desde sus más tiernos años, culmina con la boda más adecuada para familiares y amigos, pero desastrosa para nuestra heroína latinoamericana.

Aquí debemos invocar las palabras de Ortega y Gasset: ”…Y ésta es, en principio, la servidumbre: vivir desde otro, no desde sí mismo”.

La pichona del éxito se desvivió por complacer a todos a su alrededor, pero se olvidó de ella misma, se le entumeció el órgano que le permite el conocimiento de sí misma e invierte sus años jóvenes en servir a la sociedad, pero la sociedad es un monstruo cínico que devora a sus súbditos y que exige de ellos cien veces los favores que otorga.

El marido de la joven de éxito. Su hombre no es más que un adolescente con años, también sentía la necesidad de alzar el trofeo, pero él tiene sus propios planes. Al principio, por interés sexual accede a todas las peticiones de su esposa, pero con el discurrir del tiempo, comienzan a aflorar los: “quizá”, “tal vez” y el gran pecado, el “no”.

El esposo también tiene necesidad de éxito y comienza a desplazarla de sus preferencias, ya no comparten, la rutina los ahoga y él casi no le dedica su atención.

La mujer de éxito medita y dedica sus noches a reflexionar, mientras toma una ducha en la que las lágrimas se confunden con el agua, se pregunta: “¿Cómo voy a fracasar en el matrimonio si obtuve lo que deseaba? Pero… ¡Un momento! Yo lo tengo todo para ser feliz. ¿Qué hago con un tipo que prefiere estar trabajando a compartir conmigo? ¿Qué hago con un tipo que todo lo resuelve pragmáticamente y me dice que para algo me dio la extensión de la tarjeta de crédito? ¿Con qué propósito debo calarme las indirectas de mi suegra, para que deje mi trabajo y me dedique a tener hijos? Además… puedo regresar a casa de mis padres”.

Aquí finaliza el idilio con su marido y con la sociedad. Sin darse cuenta la vida le confirió lo que exigió de ella y una vez que lo obtuvo, la invadió la desazón de no estar en el lugar correcto. En menos de tres años está divorciada. Ella tiene a la sociedad a sus pies porque ha logrado el reconocimiento y el éxito empresarial o profesional, pero está de rodillas ante la desolación de no poder amar.

La razón es sumamente accesible, la mujer de éxito no se conoce, no sabe quién es, no sabe hacia qué estrellas mirar, no sabe a qué tipo de hombre rendirse, amar y entregarle su corazón, está extraviada, con la carga de representar teatralmente la seguridad de su éxito ante las desdichadas que no lo han logrado, ante la sociedad que le pone la mano en el hombro y te le dice: “Felicitaciones has logrado mucho”. Pero ella secreta e íntimamente está desolada e inconsolable.

Su desconocimiento de sí misma, se desprende de que ha invertido toda su energía en el triunfo y abandonó al ser sensible, en cierta medida y sin ningún tono peyorativo, nuestra mujer de éxito se ha masculinizado, va a reuniones, dirige a empleados, sabe confrontar a las personas y hacerles exigencias, organiza, planifica, deduce, en fin matematizó su vida, para ella 2 por 2 es siempre igual a 4, y el corazón no conoce de ecuaciones.

Avancemos con nuestro relato. La vida continúa para la mujer de éxito. El porvenir se abre nuevamente. Ella es fuerte y sabe sobreponerse. Se levanta sobre sus pies, se limpia el polvo y debe seguir adelante, al fin y al cabo, siempre ha superado los obstáculos, cuenta con la determinación y el valor para luchar contra la adversidad.

Comienza de nuevo, se reinserta en el círculo de amistades, va a discotecas, fiestas y reuniones y dice: ”Mucho gusto fulanita de tal…divorciada”. La sociedad toma el término divorciada como si se dijera ”disponible”.

Internamente la invade una necesidad desesperada de conseguir a alguien, pero al mismo tiempo cargada de la convicción de que está lista para enamorarse de nuevo. Ella está hecha para el amor y hay miles de peces en el mar. Ahí afuera las opciones son inimaginables, todo al alcance de su mano, al alcance de la mano del éxito al que está tan acostumbrada.

Aquí se configura el fenómeno que Nietzsche estableció diciendo que amamos más el deseo de amar que el objeto del amor. Lo que de forma más accesible nos dice Alain de Bottom, con las siguientes palabras: ”El deseo de amar precede al amado, y la necesidad ha inventado su propio remedio. La aparición del bienamado es tan sólo el segundo acto de una necesidad previa, aunque en gran parte inconsciente de amar a alguien”.

La mujer de éxito quiere vivir en el amor, ¿pero el amor de quién? Es lo de menos, tan sólo está necesitada de la compañía para llenar un vacío insondable. Entonces lo importante es la cena, la discusión, el mensaje de texto, el sexo y la diversión. Cuando le preguntas a una mujer en este estado qué buscas para tu vida, baja la vista, como si mirara a su interior y te responde: ”Conseguir a alguien con quien rehacer mi vida”.

Comienza a transcurrir el tiempo, los amantes se multiplican con las consabidas historias de chispas y decepciones. La desesperanza penetra en su cuerpo en contraposición al ascenso de su vida material, los negocios van de maravilla y ella opta por utilizar la evolución empresarial o profesional como anestesia y bálsamo para el resto de sus emociones, continua el ascenso al triunfo.

Ella no se ha percatado que su fórmula matemática sólo conduce por un sendero que tiene dos alternativas:

a) O se convierte en una turista de camas, ya que en nuestra sociedad ultramoderna la sensación de felicidad está asociada a muchas ofertas y pensamos que viviendo en un supermercado con muchos productos de cada rubro seremos más felices. De la misma manera, extrapolando esta percepción, mientras más hombres se nos ofrezcan y la lista de dónde elegir sea más extensa, ella piensa que es “más dichosa”.

Además, lo hace con la convicción de que cada nuevo amante la va a amar, siendo ejemplares variopintos y hasta absolutamente opuestos los unos de los otros. Al final estas historias las comparte con sus amigas alzando una copa de vino al mejor estilo de “Sex and the City”; o

b) Intenta conseguir un hombre ideal que engrane como la máquina perfecta de un reloj suizo, en una lista de requerimientos que se ha perfeccionado después de algunos errores y en la actualidad es mucho más extensa.

Así que nuestra mujer de éxito repasa y realiza un “check-list” ante cada candidato. Es una suerte de filtro similar al examen de admisión de Harvard. Supongamos que eventualmente consiga ese hombre ideal, que logré sortear la severa lista de aptitudes exigidas. Resulta que después de tantos tests y pruebas, se embarca en la relación perfecta, con el hombre perfecto, para la búsqueda del futuro perfecto.

Indefectiblemente esta relación producto del cálculo matemático y no me refiero al punto material, que obviamente tiene cabida, sino a la compatibilidad con su hombre en cada uno de sus más nimias y hasta caprichosas querencias.

Esta relación arranca con una herida de muerte y es el bostezo en el alma, es tan pensada y adecuada, que no puede superar el aburrimiento, las miradas que se cruzan esta pareja no tienen fuego, la relación es la repetición de rutinas inacabables, con una modorra que termina por convertirla en una carga más, en un peso que llevar a cuestas, en una obligación casi laboral.

En medio de este desastre tiene que haber una salida y la pretendida solución no es más que las consabidas visitas a sicólogos o guías espirituales según su religión, para intentar levantar el vuelo de un avión sin motores en caída libre.

Nada más pertinente que la reflexión del filósofo alemán Peter Sloterdijk: ”Uno está enfermo, uno es desdichado, uno ansía otra vida, ansía comunicación con el otro, pero, naturalmente, uno se empeña en conseguirlo con los medios del yo crítico. Sin embargo, este yo central es precisamente el principio del estancamiento.”

¡OH mujer! Sobre tus hombros tersos y perfumados reposa el futuro de la humanidad, si reniegas de tu sensibilidad y de tu intuición, estás renegando tu tesoro vital. No tienes necesidad de acudir a una vitrina a agradar, tu esencia sensual es portadora de la fuerza para que alcances tus propósitos más sentidos.

¡Basta ya de poses de diva![/h3]
¡Basta ya de andar por la vida como si anduvieras por una pasarela de moda!

¡Basta ya de darte aires de Miss Universo![/h3]
¡Basta ya de sonrisas falsas de Miss Simpatía y Miss Fotogénica!

¡Basta ya de que fundes tu valor en el afuera, en los demás, en el aplauso de maniquíes![/h3]

¡Que tu corazón decida!

Él es el órgano para tu realización, él debe dictar la pauta entorno a la cual aplicarás toda tu capacidad de gerencia, de lógica, de razón y de cálculo. Debes darte cuenta que si tu corazón no fija el punto de tu destino en el horizonte, estás irremediablemente pérdida, extenuada para siempre, sin rumbo.

Acepta a tu corazón, que de él dimane el dictado de ti misma, no te dejes vencer por la sociedad del miedo, saca el pavor de tus venas y vive en el voluptuosidad de tu pecho, vive en tu esencia, conviértete en el centro de ti misma…

¡No hay otro camino si quieres preservar la luz en tu mirada![/h3]

No va a ser fácil, pero intento animarte y comparto contigo las palabras de un alma cariñosa y dulce, el alma del poeta Holderlin: ”¿Quién es capaz de mantener su corazón dentro de límites tan bellos cuando el mundo le da puñetazos? Cuanto más nos ataca la nada, que bosteza en torno a nosotros como un abismo, o bien cuando nos ataca lo carente de forma, de alma y de amor, aunque sea distraído entre millares de algos de la sociedad y de la actividad de hombre, con tanta mayor pasión, dureza y fuerza “hemos de resistir”. (…) La necesidad e indigencia de fuera convierte la exuberancia del corazón en tu propia necesidad y exigencia.”

¡OH Mujer! Te has olvidado de tus sensaciones cuando compartes con un hombre, internamente sabes cuando amas, cuando te debes entregar a ese amor, pero ¿Cuántas veces tu cerebro ha saboteado el palpitar de tu corazón?

Sólo me resta concluir con esta sentencia:

¡No se puede vivir un gran amor a bajo precio![/h3]

Lectura Recomendada: [url=http://cherada.com/articulos/fch117-s504-p30204-masculinizacion-por-que-fracasan-las-mujeres-en-el-amor-y-la-vida]Conferencia Pilar Sordo “Masculinizacion: Por Que Fracasan las Mujeres en el Amor y la Vida”

 

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