Los manifestantes insisten en que las balas de los agentes mataron a tres nativos
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Por Pilar Lozano – El País, España
“Celebramos que el Gobierno (de Colombia) haya reconocido que la fuerza pública sí disparó contra nuestra minga (reunión)”, dice, satisfecho, Feliciano Valencia, uno de los nueve consejeros principales de la organización indígena del Cauca y líder de la protesta que desde el pasado 12 de octubre protagonizan los nativos colombianos. El líder indígena alude a la alocución del presidente, Álvaro Uribe, el miércoles por la noche, en la que reconoció que la policía disparó sus armas en los confusos incidentes registados la víspera en la marcha de indígenas en el suroeste de Colombia; en los altercados murieron tres nativos. Desde entonces, los manifestantes han venido reiterando que los disparos provinieron de las fuerzas del orden, pero el Gobierno lo ha negado de plano. Las autoridades argumentaban que los policías antimotines encargados de controlar la protesta, que vivió momentos críticos cuando los manifestantes bloquearon una carretera principal, sólo usan casco, peto de plástico y bastón.
Uribe, rodeado de ministros y mandos militares y visiblemente molesto, confesó en su alocución que había mentido al país: “La policía sí disparó, porque los estaban atacando con explosivos”. Y aseguró que recibió informaciones erróneas sobre lo ocurrido. Su preocupación, añadió, no es que hubieran disparado, sino que no le dijeran la verdad. Pero dejó claro que no acepta que las muertes de los tres indígenas fueran causadas por balas oficiales, como sostienen los nativos. E insiste en su versión: murieron por la manipulación de artefactos explosivos artesanales; la autopsia de uno de los cuerpos, dice, lo confirma. Al mismo tiempo, Uribe recordó a los 32 policías que han resultado heridos en estos días; uno de ellos perdió las manos.
La aceptación de la responsabilidad gubernamental se produjo poco después de que la cadena estadounidense CNN divulgase imágenes en las que claramente se ve a un uniformado disparando. El comandante de la policía, el general Óscar Naranjo, asumió la responsabilidad de lo ocurrido y de la inconsistencia de la información transmitida al presidente. El soldado que disparó pertenecía a un escuadrón de carabineros que iba detrás de los agentes antimotines, “consolidando las zonas despejadas por los manifestantes” , explicó el general Naranjo.
“Nosotros decimos la verdad; para nosotros la palabra es importante”, explicó a EL PAÍS Feliciano Valencia, mientras caminaba el jueves animado ?”estamos recibiendo mucho apoyo de la gente”?, en una nueva jornada de la marcha, que confía en llegar mañana a Cali, la tercera ciudad del país. Los caminantes portan unos 300 ataúdes para simbolizar a sus muertos; uno de ellos recuerda a Taurino Ramos, que perdió la vida en los primeros días de la protesta. “Él ya fue sembrado enterrado] para seguir floreciendo; pero eso no implica que no esté con nosotros”, asegura Valencia.
Uribe viajará a Popayán
En su alocución, Uribe anunció que irá el domingo a Popayán, capital del Cauca, a hablar con los líderes de la protesta. “Es un buen gesto para comenzar el acercamiento”, dice Feliciano Valencia. Pero insiste en que la reunión debe celebrarse en la meta de la marcha: “Ahora marchamos a Cali; lo esperamos el lunes”.
El ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, respondió a la negativa de los manifestantes a acudir a Popayán: “No podemos someternos al imperio de lo que digan los indígenas”.
Con todo, las críticas llueven sobre el presidente. “(Uribe) debe manejar con inteligencia la pacífica desobediencia civil” de los nativos, le aconseja un editorial de El Tiempo, el diario más influyente de Colombia. Y la revista Cambio titula en primera página que el país debe emprender una reforma agraria para resolver el problema indígena.
En su discurso, el presidente habló de nuevo del problema de la tierra, uno de los detonantes de la protesta. Mostró a los indígenas del Cauca prácticamente como terratenientes y dijo que son dueños de 75 de los 83 predios de más de 1.000 hectáreas.
“Es una información errada, para confundir”, responde Feliciano Valencia. Matiza que la mayoría de los terrenos indígenas en esta zona del país se ubica en lo alto de las montañas y son parcelas forestales. Asegura que las siete comunidades que viven allí poseen sólo entre 200 y 300 hectáreas para mantener la seguridad alimentaria. “Los nasa (su comunidad) estamos arrinconados; en promedio, tenemos media hectárea por familia. Y cada familia tiene ocho personas”.
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