La historia del petróleo de Venezuela está atada a la principal potencia consumidora del planeta, Estados Unidos, pero si el nuevo plan de energía y ambiente del presidente Barack Obama logra sus metas, en una década Caracas dejaría de contar con ese mercado para su crudo y derivados.
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El plan “Nueva Energía para Estados Unidos”, lanzado el 26 de enero en Washington, incluye como uno de sus cuatro grandes focos el de “eliminar en 10 años nuestras actuales importaciones de Oriente Medio y Venezuela”.
Obama dijo al firmar los decretos que comprometen el cumplimiento del plan que una de sus metas es lograr la independencia del petróleo “proveniente de regímenes hostiles”, mediante un ahorro en el consumo de al menos 14 millones de barriles diarios a partir de 2011.
El presidente venezolano Hugo Chávez, en su primera reacción al plan, dijo el 2 de febrero que “a mí me parece que al presidente Obama le pudieran estar metiendo gato por liebre en lo que respecta al tema energético”, para insistir en que Washington seguirá dependiente del petróleo importado.
Chávez, que analizó el plan en términos globales y sin referencias al caso venezolano, alabó la decisión de la nueva administración de Estados Unidos de promover el uso de energías limpias y se ofreció para colaborar en el impulso de la energía solar, eólica o de las corrientes marinas.
“Todo eso me parece maravilloso, pero difícilmente en el corto plazo Estados Unidos va a desprenderse del petróleo, que necesita como el aire, como el oxígeno”, aseguró Chávez, para quien “el incremento en el consumo de petróleo es inevitable” en el ámbito global en los próximos años.
Expertos en geoestrategia de la energía y en las relaciones petroleras de Estados Unidos y Venezuela consideran, en cambio, que el plan de Obama representa un cambio radical en el vínculo histórico entre las potencias importadora y exportadora de crudo en el continente americano.
“Venezuela es el único exportador de petróleo nombrado directamente en el plan y no se anda con medias tintas, dice que va a eliminarlo como proveedor en 10 años”, dijo a IPS José Suárez Núñez, editor de la publicación PetroFinanzas.
El profesor universitario Víctor Poleo, quien fue viceministro de Energía de Chávez al comienzo de su gobierno y es ahora crítico de su conducción petrolera, consideró que el plan de Obama tendrá tal impacto para el país que Venezuela puede haber vivido en esta década “la última oleada rentista petrolera”.
La conjunción de la primera gran crisis global del siglo XXI, el papel de los combustibles fósiles en el cambio climático y la renovación del liderazgo en la primera potencia del planeta auguran, para Poleo, una nueva época en el consumo de energía, en la que el petróleo perderá su primacía a favor de fuentes limpias, alejando a la humanidad de un desarrollo suicida.
Elie Habalián, también profesor universitario, miembro inicial del equipo de Chávez en el ámbito de la energía y ahora crítico de su estrategia en este campo, comentó a IPS que los responsables del sector en Venezuela “no entienden la dimensión y alcance de los cambios que confluyen en el petróleo y la nueva dinámica tecnológica-energética-ecológica que ahora tiene en Obama un líder”.
Venezuela, un país cuyos pueblos originarios ya usaban el petróleo antes de la llegada de Cristóbal Colón a América, se convirtió en productor de crudo nada más comenzar el siglo XX y desde entonces el desarrollo del producto del que depende su economía ha estado ligado a Estados Unidos.
No sólo fueron estadounidenses las transnacionales que más participaron en el desarrollo petrolero hasta la nacionalización de la industria en 1976, sino que la propia geografía impuso que lo más rentable fuese privilegiar la relación comercial con el cercano y mayor importador petrolero del mundo.
Venezuela se convirtió para Washington, antes y después de la nacionalización, en su abastecedor más confiable. Caracas cofundó en 1960 la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) para defender los intereses de los productores de un recurso estratégico y no renovable, pero no participó nunca en los embargos petroleros del grupo por razones políticas.
Pero Chávez sí pasó a utilizar en forma creciente el petróleo como arma política en las relaciones internacionales y en particular con Estados Unidos, desde que llegó al poder en 1999 y comenzó a promover “el socialismo del siglo XXI”, que tiene la soberanía petrolera y el apoyo a la independencia de los pueblos del Sur del “imperio estadounidense” como uno de sus fundamentos.
Desde 2005, Chávez incluyó la amenaza de un bloqueo en el suministro de crudo en la guerra verbal contra el presidente estadounidense George W. Bush (2001-2009), al que ha acusado de imponer una política de agresión mundial y regional y de participar en varias conspiraciones para intentar derrocarlo.
En septiembre de 2008, el presidente venezolano expulsó al embajador de Estados Unidos, en solidaridad con una medida similar del gobierno de Bolivia, uno de los principales socios de la “revolución bolivariana”.
Desde entonces, las relaciones bilaterales se mantienen a nivel de encargado de negocios, si bien Chávez declaró el 6 de febrero que confía en un cambio de relación ahora que a Washington llegó “el aire fresco” de Obama. “Daremos respeto a quien nos respete y estamos dispuestos al diálogo”, indicó.
Suárez Núñez aseguró que el Departamento de Energía de Estados Unidos contactó de inmediato a los 200 compradores de crudo venezolano y “todos le garantizaron que disponían de suministro para sustituir este crudo” en caso de que la amenaza de Caracas llegase a hacerse realidad.
En los hechos, la empresa estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) sigue destinando en torno a 1,2 millones de barriles diarios a Estados Unidos, que representan más de 50 por ciento de sus exportaciones.
En los años 90, Venezuela fue el segundo proveedor del país norteamericano, pero ahora ha bajado al quinto lugar y sus ventas sólo representan 12 por ciento de las importaciones estadounidenses de crudo.
Al mismo tiempo, PDVSA ha impulsado una diversificación de sus mercados petroleros, al cobijo de la larga bonanza de precios, que elevó la cesta de exportación venezolana de los nueve dólares, cuando Chávez llegó a la Presidencia, hasta 150 dólares en 2008, antes de comenzar su desplome actual.
El problema, detalló Suárez Núñez, es que entre los nuevos clientes sólo China tiene un potencial importante, ya que otros destinos tienen un ingrediente político, con acuerdos que incluyen el pago en especie o en plazos de hasta 15 años. “El único que paga bien y a 30 días es Estados Unidos”, remarcó.
Ahora que la crisis financiera mundial hundió los precios del crudo y la cesta venezolana se sitúa en torno a los 37 dólares por barril –cuando en el presupuesto el valor para 2009 se fijó en 60 dólares– la diversificación de destinos enfrenta problemas como el costo del transporte, el excedente de oferta y la necesidad de patrones de refinación especiales para manejar el crudo.
“Colocar un barril en Estados Unidos cuesta 1,5 dólares y en China 10 dólares, además de que Venezuela refina 600.000 barriles diarios en refinerías norteamericanas que adaptaron sus patrones al crudo pesado”, de difícil conversión, y que significan 75 por ciento de la producción local, dijo el especialista como ejemplo de las dificultades.
La producción venezolana se conforma en 75 por ciento de crudos pesados “y no hay suficientes refinerías de conversión profunda para procesarlos fuera de Estados Unidos”, añadió.
El plan de Obama, sintetizó Suárez Núñez, declara a Venezuela como país al que hay que borrar de la lista de proveedores en el peor momento posible, porque el escenario mundial es “igualmente hostil y PDVSA tiene que enfrentar al mismo tiempo deudas con sus proveedores nacionales y extranjeros, declinante producción e ingresos insuficientes para cubrir el presupuesto”.
“En los hechos, el plan de Obama podría acelerar el ingreso de Venezuela en el post-rentismo petrolero y obligarnos a confrontar nuestra realidad colectiva”, reflexionó Poleo para IPS, al considerar que el nuevo liderazgo de Washington “encauza e impulsa el cambio estructural de la matriz energética del motor de gasolina, dominante en buena parte del siglo XX”.
“Venezuela puede, naturalmente, buscar otros clientes para su petróleo, pero eso la obliga a un rediseño que requiere tiempo”, puntualizó Habalián. Además, el rédito que obtenga en otros mercados va a ser siempre menor, recalcó como un elemento clave de que el país va a entrar en una era de baja renta del producto que representa 90 por ciento de sus exportaciones.
“Llevar un barril a China o India, los colosos emergentes en el consumo de energía, tiene costos de flete de 10 dólares, que pueden absorberse cuando su precio está a 90 dólares, pero no cuando su valor alcanza los 30 dólares”, explicó.
“Estados Unidos tranquilamente puede reducir o eliminar las ventas venezolanas, pero Venezuela, en el corto y mediano plazo, sí tendrá muchos problemas si pierde a su gran cliente histórico”, concluyó.
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